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Ese “olor a cloro” de la piscina no es cloro: el motivo es mucho más asqueroso

La Model Aquatic Health Code (MAHC) de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) advierte: una instalación bien equilibrada “no debería oler a nada”

Niños en una piscina

Niños en una piscina

Las Palmas de Gran Canaria

Ese inconfundible olor que nos recibe al entrar en una piscina (ese golpe acre que muchos atribuyen a un exceso de cloro) es, en realidad, la señal de alarma de un agua que necesita urgentemente más desinfección y mejor ventilación.

El hedor proviene de las cloraminas, compuestos que se forman cuando el cloro libre reacciona con la orina, el sudor o los cosméticos de los bañistas. Por paradójico que parezca, cuanto más intenso es el “olor a cloro”, mayor es la acumulación de contaminantes orgánicos y menor la capacidad real del desinfectante.

Entender esta química invisible no solo desmonta mitos arraigados, sino que ayuda a prevenir irritaciones oculares, problemas respiratorios y brotes de gérmenes resistentes en las piscinas públicas.

Las cloraminas y por qué huelen

El cloro que mantiene desinfectada el agua se combina con urea, amoníaco y otros compuestos orgánicos y forma monocloramina, dicloramina y, sobre todo, tricloro­amina (NCl₃), un gas muy volátil responsable del olor acre.

Estas moléculas no desinfectan con la misma eficacia que el cloro libre y, además, irritan ojos, piel y vías respiratorias.

La Model Aquatic Health Code (MAHC) de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) advierte: una instalación bien equilibrada “no debería oler a nada”; si hay olor, el operador debe romper las cloraminas añadiendo cloro hasta alcanzar el breakpoint y mejorar la ventilación.

Mitos y datos rápidos

  • Muchos bañistas creen que el fuerte olor indica “demasiado cloro”, cuando en realidad suele faltar cloro libre y abundan las cloraminas.
  • También se piensa que ese aroma es una señal de limpieza, pero es justo al revés: cuanto más intensa sea la peste, mayor será la carga de contaminantes.
  • Además, no solo la orina provoca cloraminas: sudor, saliva o cualquier sustancia rica en nitrógeno contribuyen al mismo problema.

Cómo evitar la “piscina que huele”

  1. Dúchate antes de entrar para eliminar sudor, cremas y desodorante.
  2. No orines en el agua (y lleva a los niños al baño cada hora).
  3. Mantén el cloro libre entre 1‑3 ppm y el combinado por debajo de 0,4 ppm, según la MAHC.
  4. Refuerza la ventilación, sobre todo en recintos cubiertos, para dispersar las cloraminas gaseosas.

Si la próxima vez que te acerques a la piscina el olor a “cloro” te hace fruncir la nariz, no pienses que el socorrista se ha pasado con el desinfectante: lo que hueles es la química de la suciedad. Un agua bien tratada debería oler tan neutra como un vaso de agua potable.

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