La correcta elección de un sistema de calefacción es sinónimo de ahorro y eficiencia energética. Para saber cuál es la solución más adecuada a nuestras necesidades, es necesario evaluar los costes y rendimientos del amplio abanico que ofrece el mercado, tanto en sistemas de generación (térmica o eléctrica) como en sistemas de distribución.

En este último caso, una óptima alternativa a los tradicionales radiadores es el suelo radiante.

Esta instalación, que permite calefactar el ambiente con el calor emitido desde el pavimento, se presenta como la más eficiente, económica en cuanto a consumo, limpia, silenciosa, confortable y saludable. Permite, además, el acoplamiento de cualquier energía, en especial aquellas que trabajan a baja temperatura.

Recomendado o por la Organización Mundial de la Salud, el suelo radiante mantiene los niveles de temperatura corporal de la manera más óptima, ya que la superficie del suelo se sitúa por debajo de los 25ºC. Calienta por radiación sin levantar ácaros del polvo ni microorganismos y su uso no reseca el aire ni las mucosas nasales, manteniendo los pies calientes mientras se respira aire fresco, de ahí que se considere saludable. De esta forma, la zona superior de la sala estará más fresca que la inferior.

Es idóneo, por tanto, para locales altos, ya que permite que el calor se distribuya hasta

2,5 metros de altura; así no se desaprovecha energía calentando innecesariamente la parte alta de la estancia.

Además, el sistema de suelo radiante se autorregula; es decir, el calor se radia únicamente donde se necesita, lo que implica un gran ahorro de energía, optimizando el gasto en combustible. Los sistemas más usuales utilizan circuitos de tuberías de polietileno reticulado con barrera antidifusión de oxígeno, por las que circula agua a baja temperatura entre 28 y 45 grados centígrados. Mantienen el suelo entre 20 y 25 ºC, y el ambiente entre 18 y 22 ºC.

El hecho de trabajar a baja temperatura permite utilizar cualquier fuente de energía para su funcionamiento: gas natural, gasoil, bomba de calor y, especialmente, energías renovables como la solar, la biomasa y la geotérmica, donde su aprovechamiento es óptimo. Con cualquiera de estos sistemas se puede llegar a ahorrar hasta un 45% del consumo de calefacción normal.

Amortización

Su instalación implica un coste mayor que otros sistemas de calefacción, pero su alta eficiencia y el ahorro energético que supone propician que este alto coste inicial se amortice en un plazo breve de tiempo, dependiendo de factores como el aislamiento, ubicación y orientación de la vivienda.

Una de las humedades que se da con más frecuencia es la producida por la condensación. En las viviendas, que suelen estar cerradas, una persona genera una condensación de litro y medio de vapor de agua tras permanecer ocho horas en su interior. A este hecho producido por la propia respiración humana hay que sumarle la condensación resultante de la cocción de alimentos, el empleo de agua caliente sanitaria durante las duchas y los baños o el funcionamiento de las lavadoras, entre otros hábitos domésticos.

Este problema está producido por un hongo de la familia de los aspergilus, de rápida reproducción a través de esporas, que se manifiesta con mayor intensidad en invierno, debido al contraste entre las temperaturas frías del exterior y las cálidas de los hogares.

Erradicación

A la hora de erradicar cualquier tipo de humedad, los expertos desaconsejan métodos como pintar las zonas afectadas o reforzar la tabiquería, pues en lugar de eliminar el problema podría agravarlo.

Para tratar aquellas cuyo origen es la condensación, se utiliza una CTA (Central de Tratamiento de Aire) que recoge el aire limpio del exterior, lo insufla en la vivienda y expulsa el aire contaminado. Al eliminar el microclima en el que se desarrollan las colonias de hongos.

La erradicación en origen favorece además el ahorro energético, evitando o reduciendo el uso de sistemas de calefacción y deshumidificadores. Y es que, debido a la condensación, un montón de gotitas de agua minúsculas están en el aire y dificultan que una casa se caldee de forma adecuada. Si eliminamos esa condensación, la casa enseguida se calentará.