"Si no puede ser elegante sé extravagante". Esta frase de Franco Moschino es el mantra de Jeremy Scott desde que con 12 años vistiera muñecas y acudiera a su instituto de Kansas vestido como una especie de alienígena. "Era una forma de combatir el bullying mostrando seguridad, fingiendo ser de otro mundo", rememora el diseñador. Hoy, que acaba de cumplir veinte años en el negocio de la moda y, de ellos, seis al mando de Moschino, se puede decir sin riesgo de error que la carrera de Jeremy Scott es, como él mismo la define, "un ejemplo de la existencia del sueño americano".