Hoy como ayer la cámara vaga por aquellos pasillos infinitos y desiertos, lúgubres; por aquellas recargadas estancias de un lujo de otro siglo; por aquellos jardines de singular geometría, simétricos, versallescos; y en su continuo travelling, rectilíneo y uniforme, la cámara nos desvela un poco teatralmente, como si levantásemos el telón para ver sin ser vistos, una acción entrecortada, rota, deconstruida, que se repite con cruel tenacidad ante nuestros ojos: una mujer y dos hombres hablan, caminan, desean, argumentan, fantasean, niegan… recorriendo hoy -acaso como ayer; como el año pasado, quizás- las galerías infinitas de ese inmenso hotel con algo de castillo embrujado de infinitas posibilidades.