José Corbacho (l´Hospitalet de Llobregat, 1965) anda estos días ocupado con su nuevo filme, Incidencias, mientras descansa de su trabajo como juez de nuevos talentos en el programa televisivo Tú sí que vales. En él, intenta que no le influyan ni el sexo ni la edad de los concursantes, aunque tenga debilidad por "ellas". "Pero es algo que tiene más que ver con un cierto instinto de protección hacia la mujer que con el aspecto físico. Me considero un esteta y no soy impermeable al atractivo, pero creo en la belleza interior de la mujer. Soy muy de deleitarme y hablar con ellas. Pero si tienes delante a un bellezón, que no tiene un poso que permita que fluya la conversación, lo externo al final se queda en nada".

Para él la mujer ideal tiene que ser, de entrada, divertida. Confiesa que se le atrapa con humor, que es además su principal arma para iniciar el cortejo. "Para seducir a una mujer es fundamental que ella sea consciente de que lo estás haciendo, porque quieres establecer una comunicación, porque te gusta y la valoras".

Reconoce que comienza mirándolas a los ojos, pero, a menudo, se le va la vista a otras partes del cuerpo. "No hay que esconderlo, todos sabemos que es así. Es un instinto natural. No soy descarado, aunque alguna vez me han pillado y me he puesto a sudar. Hasta me ruborizo y todo".

Es observador, "por mi trabajo cuando estaba en La Cubana. Componíamos los personajes a base de observar a la gente que paseaba por la Rambla o la Gran Vía de Barcelona. Por eso enseguida me doy cuenta de que una mujer se ha cortado el pelo o se ha cambiado el tinte. Se lo digo, o les comento lo guapas que están o lo bien que les sienta un vestido nuevo. Y ellas me responden: ´¡Vaya, te has dado cuenta!´. Se ve que los demás no se fijan o no lo dicen. Pues muy mal hecho", explica.

Una de las grandes diferencias entre ellos y ellas estriba en que la mujer tiene, a su juicio, mucho más desarrollada la percepción de los detalles.

"Tengo muy claro que somos distintos y lo veo como algo positivo, porque de ahí procede nuestra complementariedad. El hombre es muy simple y por lo general se apaña con las necesidades básicas. De puro simples parecemos tontos. Pero estamos bien, solemos ser más felices. La mujer es compleja porque su forma de aprehender la realidad, cargada de matices, lo es. Y su red social es más amplia. Por no hablar de su cuerpo. La fisiología femenina es mucho más complicada por perfecta. Tiene más potencial, y eso marca el resto de las diferencias".

Su vertiente como cómico le permite constatar cómo, pese a no ser políticamente correcto, el público se sigue riendo de los lugares comunes sobre las relaciones entre sexos "porque, en el fondo, contienen algo de verdad. Ningún hombre puede negar que su chica tarda más en arreglarse que él. A todos nos han preguntado: ´¿Voy bien así?´, y como hayan percibido el más leve atisbo de duda, vuelta a empezar.

Un compañero que hace monólogos explica en uno de ellos que las mujeres son como termos. Pueden guardar un enfado caliente durante semanas. Y la gente se parte de risa al oírle. Por algo será". Esa "perseverancia" en ciertos asuntos, "que suelen tener que ver con algo que has hecho y no les ha gustado, o con algo que has dejado de hacer", es lo que menos le gusta del universo femenino. "Es que a veces se ponen realmente pesadas, y ¡qué necesidad! Y cuando crees que el tema está olvidado, vuelve a surgir con más virulencia".

Las admira, sin embargo por su decisión en algunos entornos en los que el hombre se muestra generalmente más pasivo. "Si una mujer entra en un restaurante y hace frío, calor o tardan en servirle, se planta y, o arregla la situación, o se levanta y se va. Su compañero ya puede estar sudando como un pollo y muerto de hambre que, por pudor, aguanta mucho más. Para estas cosas son más resolutivas".

Su educación fue mixta hasta los 14 años. "Luego nos separaron por sexos y los chicos nos pasábamos las horas en la puerta de las chicas, porque no encontrábamos sentido al día a día sin ellas", recuerda.

Es un ferviente defensor de la pareja, con sus "trajines y sus idas y venidas", y se le escapa cierto orgullo al afirmar que lo más bonito que le ha dicho una mujer es "que soy un buen hombre".