El futuro de Italia está en sus manos. Este excómico de Génova ha arrasado en las elecciones italianas. Sus detractores le acusan de demagogo y populista. Sus partidarios, de revolucionario iluminado. Su historia personal desvela un hombre contradictorio. ¿Es de fiar?

Después de las últimas elecciones italianas, el cómico ("payaso", según The Economist) Beppe Grillo tiene el destino de Italia y tal vez de Europa, en sus manos. ¿Cómo se ha llegado a esta situación? "En el extranjero no entienden que Italia está viviendo un gran proceso creativo después de décadas de estancamiento", explica Fernando Pensosi, profesor de instituto y exvotante de izquierda. "Si EE.UU. ha tenido a Ronald Reagan y Arnold Schwarzenegger, ¿por qué nosotros no podemos tener a Beppe Grillo?", dice Michel Mosseri, un ingeniero que en los últimos comicios también votó por el Movimento Cinque Stelle de Grillo.

Su formación es inédita, pero el cómico es un viejo conocido en su país. Tiene 64 años y una larga trayectoria a sus espaldas. Su viaje hacia la Ítaca política empieza en los años sesenta. De joven trabaja en la fábrica de su padre con más pena que gloria. Luego pasa a ser comercial de una firma de vaqueros. Entretiene a los colegas con chistes y canciones más que vender productos. Le despiden.

Pese al fermento del movimiento estudiantil de la época, no se interesa demasiado por la política. No presume de intelectual. Se matricula en la facultad de Economía, pero abandona al cabo de meses. Decide dedicarse en cuerpo y alma al espectáculo y consigue la notoriedad cuando desembarca en la televisión pública, la RAI. Su popularidad se dispara muy rápido. Es irreverente, divertido.

En los años ochenta, intenta la aventura en el cine. Dino Risi, quien lo dirige en la película Scemo di guerra, cuenta que Grillo se puso celoso de su compañero de reparto, el francés Michel Coluche (ex candidato a la presidencia de Francia). "Un día dijo que estaba enfermo y desapareció. Durante dos meses tuvimos que parar el rodaje. Al final le enviamos una inspección laboral a su casa, porque, si no, tendríamos que haber pagado una multa".

En 1981, en la localidad de Limone Piemonte, el coche que conduce resbala en una placa de hielo y cae por un barranco. Mueren casi todos sus ocupantes: una pareja de amigos del cómico con su hijo de ocho años. Grillo consigue salvarse. Lo procesan por homicidio imprudente. Tiene que pagar una suma importante a la otra hija del matrimonio, que se ha quedado huérfana. En 1985 le condenan con sentencia firme, al reconocer que se lanzó a la carretera "consciente del peligro", aunque evita la cárcel.

Tras asimilar la tragedia, vuelve a los escenarios y su caché sube. Escriben guiones para él autores de prestigio como Antonio Ricci y Stefano Benni. Protagoniza una serie de anuncios exitosos para una marca de yogur. Gana el León de Oro de publicidad en Cannes. Vive en un chalet en las afueras de Génova, ciudad que prácticamente deja de frecuentar. Se hace construir una piscina y cubre una terraza de forma ilegal (años después se acogerá a una amnistía sobre los abusos urbanísticos). Se compra coches de lujo (que luego venderá): Porsche, Ferrari... También se autorregala un barco de 12 metros de eslora, con el que se estrella contra una roca en 1997 (lo investigan por naufragio imprudente, luego archivan la causa).

En 1990 se mete contra el partido socialista de Bettino Craxi. "Si en China son todos socialistas, entonces allí no tienen a nadie a quien robar", suelta en la RAI. Los directivos piden su cabeza y le condenan al exilio mediático.

Le hacen un favor: según un sondeo del instituto Abacus, en 1991 es el cómico más popular de Italia. Para el presentador Pippo Baudo, su descubridor, "en este momento saborea el gusto del destierro. Se convierte en un excluido de profesión".

Empieza entonces una gira por Italia con sus espectáculos teatrales. Ataca los privilegios del establishment con descaro y éxito. Pero no faltan los patinazos. En los escenarios llega a sostener que el VIH no es responsable del sida y después tacha a la premio Nobel Rita Levi Montalcini de "vieja puta" al afirmar que ganó el galardón con la ayuda de una firma farmacéutica (un tribunal le condenará a pagar una multa de 8.400 euros). Llega a comparar los gases contaminantes de los coches con los gases de los campos de exterminio.

Su verborrea es imparable. En sus espectáculos revienta un ordenador en mil pedazos lanzándolo al suelo para denunciar la obsolescencia tecnológica de los productos de consumo. Acumula decenas de denuncias por atentado al honor. Grillo se documenta, estudia, analiza los archivos bursátiles. Y saca a la luz escándalos empresariales. Actúa como un paladín de la justicia. En 1993 se presenta en la asamblea de la sociedad telefónica Stet para denunciar el negocio de los prefijos eróticos 144, según él un sistema para evadir impuestos.

La llegada a la arena política de un hombre fuera del sistema como Berlusconi no parece atraerle demasiado: pone en duda el origen de su fortuna e insinúa que está lleno de deudas. Al mismo tiempo, entona un mea culpa. "Hemos votado a los políticos durante veinte años. Si ellos podrían merecer la cárcel, media hora en la celda también nos la merecemos nosotros". En el 2002 denuncia la grave situación financiera de la empresa Parmalat (dos años después, la profecía se cumple y la firma va a la quiebra).

En el 2005 conoce a Gian Roberto Casaleggio, gurú de las redes sociales. Es un encuentro crucial. "Internet es la nueva gestión de la democracia. Los políticos ya no servirán de nada", proclama. "La gente confía en los cómicos porque no cree en nadie más". En enero del 2005 abre su blog. Time lo incluye entre los veinte más influyentes del mundo.

Mientras tanto, sus ingresos se mantienen por encima de los dos millones de euros anuales. En el 2006 declara más de cuatro millones de euros (casi 20 veces más que el sueldo anual del presidente de Gobierno en aquel entonces, Romano Prodi). También se acoge a una amnistía fiscal.

Esta ambigüedad no le impide atacar a los corruptos. Compra una página de publicidad en The International Herald Tribune en la que publica los nombres de los diputados condenados que están sentados en el Parlamento. Vuelve a hacer lo mismo para pedir la dimisión del gobernador del Banco de Italia Antonio Fazio (acierta otra vez: posteriormente el economista será condenado). Consigue el apoyo de 1.750 accionistas de Telecom Italia para participar en la asamblea y denuncia a la cúpula directiva por mala gestión y espionaje industrial. Se convierte en fustigador del poder. "Todo son finanzas. Ya no hay empresarios. Sólo usureros. Las grandes compañías se han convertido en bancos. El producto sólo es una excusa", truena Grillo. En algún momento, llega a decir que Italia no debería reembolsar sus títulos de deuda pública.

El editorialista Sergio Romano escribe en Il Corriere della Sera en el 2007: "Su ascenso se va a apagar, cuando la gente esté cansada de escuchar siempre los mismos chistes y ninguna solución política". Craso error. El 8 de septiembre del 2008 Grillo lanza el Vaffa Day ( "el día para mandarlos a tomar por culo"). Sus partidarios le definen como un Girolamo Savonarola multimedia, un Michael Moore a la italiana. Sus detractores, como el escritor Giampaolo Pansa, le comparan con Mussolini. A Grillo sólo le queda dar el paso a la política.

En campaña electoral recorre las plazas de toda Italia, habla con los excluidos y más perjudicados por la crisis. Enarbola la bandera del cambio y el Movimento Cinque Stelle arrasa en las urnas y se convierte en el primer partido italiano en porcentaje de votos.

Para Federico Mello, autor del libro Il lato oscuro delle cinque stelle, "Grillo es un populista y un demagogo. Ha cabalgado en la rabia de las personas y les ha dicho lo que ellos querían oír. Es parecido, en este sentido, a Berlusconi. Más que un partido, encabeza un movimiento cultural.

Ahora está en una encrucijada: no siempre puede ir contra todos". ¿Y su ideario? Sabe que un chiste es la mejor manera de molestar. Pero ha mantenido una retórica que choca con la realidad. Habla mediante lemas. Simplifica realidades muy complejas. Para él, el mundo es blanco o negro.

¿Qué quiere Beppe Grillo? "Siempre ha dicho que quería devolver a la sociedad lo que le había dado durante estos años. No tiene problemas de dinero. Ve a los jóvenes sin futuro y ahora quiere, como ya dijo el filósofo Norberto Bobbio, que los ciudadanos se reapropien de la democracia".

¿Demagogia? Paolo Crecchi, periodista del rotativo de Génova Il Secolo XIX, cree que hay que tomarse a Grillo muy en serio. "No es verdad que lo suyo sea antipolítica: mientras los partidos discuten el reparto del poder, él siempre habla de temas concretos: el agua pública, el referéndum sobre el euro... No estamos hablando de un estadista. Sus conceptos son banales. Simplemente interpreta los humores de los ciudadanos. Por eso él insiste tanto sobre el concepto de legalidad y honestidad: porque la gente está harta". Bienvenidos a la Italia del siglo XXI. Empieza el espectáculo.