Daniel Monzón, director de 'Celda 211', le brindó una oportunidad que él supo aprovechar. Se llevó el Goya al mejor actor revelación y desde entonces ha enlazado filmes de éxito. Argentino afincado en España, estrena 'Tesis sobre un homicidio', de Hernán Goldfrid y, en breve, 'Combustión', de Daniel Calparsoro. Se siente afortunado, "con una mujer maravillosa al lado", aunque para las confidencias prefiere al hombre.

En el thriller que ahora llega a las salas, 'Tesis sobre un homicidio', Ammann interpreta a un argentino recriado en España, como él. Un personaje que mantiene un pulso en pantalla con el que encarna Ricardo Darín. "Ambos son arrogantes, inteligentes, dos abogados con muchas más cosas en común que en contra, pero, aparentemente, cada uno tiene un brote distinto, una locura distinta". Es un registro completamente nuevo en la galería de personajes de Ammann, que va de Lope de Vega a un padre robótico. Eso le alienta y cree que le otorga un nuevo color creativo.

Reconoce que sus oponentes importantes han sido hombres, pero no podría diferenciar con quién trabaja más cómodo. "Creo que más que con el sexo tiene que ver con el carácter. La verdad es que he sido afortunado con los compañeros que me han tocado, porque siempre hemos encontrado una manera interesante de trabajar. La forma sí ha podido diferir, pero los resultados han sido óptimos. Y las mujeres siempre han sido poderosas, bellas y en muy diversos registros".

El actor, premio Goya 2010 por 'Celda 211', opina que, en el mundo del cine, la dialéctica hombre/mujer no está bien equilibrada. "Por ejemplo, Kathryn Bigelow es la primera directora en ganar un Oscar. Creo que hay espacios en el cine en los cuales las mujeres todavía no han sido incluidas. Sí las actrices, claro. Pero en otros sectores están todavía como llamando a la puerta. Y entre las actrices hay la carga negativa de la estética, de ese culto social desaforado que atravesamos, muy apoyado en la imagen, en la juventud: un hombre mayor con canas resulta atractivo, pero una mujer mayor con canas, no. Eso responde a una visión machista que aún perdura".

Asegura que cuesta entender al otro sexo por una cuestión instintiva o genética. "Porque hay pulsiones en uno u otro, relacionadas con lo ancestral. La mujer está ligada a la seguridad, el nido, la cueva, las crías, el mantener la especie. El hombre, con salir a ponerse en peligro, a cazar...".

El actor cree que estas señales atávicas se arrastrarán siempre, porque forman parte de la fórmula para complementarse entre los géneros. Por eso, "hay cosas que las mujeres ven como defectos en el hombre y el hombre en la mujer, que tienen más que ver con la autoconservación".

Cree que la época actual es producto de la evolución en algunos aspectos y de la involución en otros. "Algunas posiciones humanas negativas están igual que en el tiempo de las cavernas: ´Me gusta el hueso que tienes colgado ahí´ o ´esa pierna de animal que te has quedado tiene más carne que la mía, y te aplasto la cabeza para quedármela´". Está convencido de que el sistema ha mantenido esa regresión social a través de la competitividad. Pero también de que hay más espacios compartidos, que antes eran exclusivos de cada género, y eso sí forma parte de la evolución.

Ammann ha sido afortunado en el amor. "De hecho, lo sigo siendo. Tengo a una mujer maravillosa a mi lado y me siento privilegiado". De las mujeres le desarma la mirada.

"Siempre hay algo en los ojos, siempre voy ahí... pero no me haré el santo, también voy a las curvas en general, aunque principalmente, hay algo que busco en la mirada. La fragilidad también me conmueve, hay una parte de mí protectora, pero es una fragilidad especial, porque me gustan las mujeres con carácter, con ánimo y con fuerza. Me gusta la mujer independiente". Es partidario, obviamente, de la pareja, pero para las confidencias prefiere a los hombres: "Las cosas más íntimas, más profundas, las he compartido con un amigo antes que con una amiga".

De mayor se ve con mujer y nietecitos alrededor, pero no le parece mal compatibilizarlo con cierta vida aventurera, algo así como un abuelete con barba y salacot.