Los gatos son animales que llevan muy mal la imposición de la autoridad. Generalmente tienen un comportamiento totalmente opuesto al de los perros en este sentido. Y este hecho hace que se generen conflictos con los humanos que están acostumbrados a colocarse en una situación de poder y de superioridad sobre los demás. Los gatos toleran especialmente mal los castigos y las obligaciones. Por lo tanto, si no eres capaz de relacionarte con ellos utilizando el refuerzo positivo y aceptando que esto forma parte de su esencia felina, es mejor que elijas otro animal con el que compartir tu vida.

Es demasiado frecuente que la gente decida adoptar a un animal pero que, sin embargo, no entienda ni respete las cualidades específicas de su especie. Los gatos no se educan. Con ellos hay que aprender a establecer una relación y un vínculo adaptado a su personalidad, a su carácter y a sus necesidades específicas y jamás intentar imponerles algo desde la autoridad. Además, dicha autoridad nos la adjudicamos nosotros mismos sin ser real, por el hecho de ser humanos, pero que para ellos no tiene ningún tipo de relevancia. El problema viene cuando un humano con complejo de superioridad por serlo se enfrenta a un gato, el cual no va a ceder sino todo lo contrario, por este rol que nos adjudicamos como especie. Cuando se intentan solucionar los problemas de comportamiento (que muchas veces ni siquiera lo son y simplemente son cosas que nos molestan, pero que son normales de los gatos) mediante el uso de la fuerza con ellos, terminan por generar problemas muy graves con consecuencias muy perjudiciales para estos animales.

Por todo esto, es muy importante entender qué es un gato y sus necesidades concretas en este sentido, así como hacer un autoanálisis introspectivo y valorar si somos capaces de bajarnos de nuestro ego de humanos, para relacionarnos con ellos desde una posición de igualdad, sin imponer ni obligar.