En 1957, una diseñadora británica llamada Mary Quant abrió en Londres su primera boutique, Bazaar, situada en Kings Road. La leyenda cuenta que un día una chica recortó su falda con unas tijeras para que no le molestara a la hora de limpiar el apartamento. Aquel día la visitó una joven y desconocida diseñadora. Era Mary Quant. En 1962 Mary presentó su primera colección de ropa con minifaldas. Ese mismo año la prenda apareció en las páginas de edición británica de la revista Vogue.

En 1965 Quant presentó sus minifaldas en Nueva York y, después del desfile, las modelos salieron a pasear por Broadway. Según los testigos, el grupo paralizó durante unas horas el tráfico y todas las cadenas retransmitieron lo sucedido en sus informativos. Aunque escandalizó al Londres de la época por sus medidas (la primera minifalda medía solo 15 centímetros por encima de la rodilla) y hasta la Iglesia puso el grito en el cielo, su éxito fue fulgurante. La prenda causó sensación y obtuvo un éxito fulgurante tanto en la calle como en los armarios de las actrices del momento (Brigitte Bardot, Nancy Sinatra, Pattie Boyd o Jean Shrimpton). Pero la minifalda supuso algo más, se convirtió en un símbolo de liberación femenina y el «uniforme» de una nueva cultura, la pop.

La mítica, y delgadísima, modelo Twiggy, se convirtió en la mejor embajadora de una estética bautizada como Chelsea Look. En 1964 alcanzó los «escandalosos» 34 cm.

La atribución de la autoría de la minifalda a la creadora inglesa no es unánime. A la vez que Mary Quant trabajaba sobre los diseños de minifaldas el modisto francés André Courrèges, otro de sus abanderados, y con quien se disputaría Quant la «paternidad».

En cualquier caso, la aportación de la modista fue reconocida por la mismísima reina Isabel II de Inglaterra, que la condecoró en 1966 con la Orden del Imperio Británico. Acudió a Buckhingam, por cierto, vestida con una mini.