La tendencia es clara y, cuanto menos, llamativa. Las pasarelas de todo el mundo -también las españolas-, de un mundo en crisis, ven un futuro brillante. O así lo quieren ver. Las colecciones para este invierno y de forma más acusada del verano de 2013 se han llenado de oro. El color dorado ha sido uno de los seleccionados por la firma Pantone entre las tonalidades de la temporada. La moda, visionaria siempre (no en vano cada seis meses debe avanzar lo que se llevará dentro de un año), parece ver luz al final del túnel. ¿Primeros brotes verdes o falsa ilusión?

La austeridad, la necesidad de no hacer ostentación -incluso de quien puede- y los apuros económicos que pasan, como todos, los diseñadores da paso a una exhibición impúdica. Dolce&Gabbana han cubierto a sus mujeres sicilianas de encajes y brocados barrocos en oro y negro. Otros creadores rescatan los brillos de los clubes y las discotecas ochenteras en un canto al glitter. Los complementos -bolsos, calzado, joyas- vienen en tamaño XXL entregados al bling bling. Las celebridades ya se han apuntado a los vestidos totalmente dorados. Pero no sólo para la noche, el oro también reina durante el día. Incluso en la playa. La colección de baño que presentó la cordobesa Juana Martín en la reciente Valencia Fashion Week estaba llena de resplandor metálico.

El libanés Assaad Awad -creador de aderezos que lucen lady Gaga o Madonna- cubrió los rostros con máscaras de pan de oro. En los desfiles que se están sucediendo estos días en París también ha surgido como un destello de esperanza. La estilista María León ha proclamado que el color dorado "lo tendremos hasta en la sopa" y Anna dello Russo, editora de Vogue Japón y una de las mayores prescriptoras de moda del mundo, ha diseñado una serie de accesorios refulgentes para una conocida marca de bajo coste.

Lo comentaba una diseñadora tras la última edición de Mercedes Benz Madrid Fashion Week: las colecciones del próximo verano son las primeras, en los últimos años, que no reflejan la crisis. La moda de los años 30, tras el crack del 29, era oscura y sobria. Hasta el momento lo había sido, luego introdujo la paleta de los colores pastel. Finalmente, ha decidido plantar cara a la crisis con explosión de color y la tonalidad asociada al dinero, y a los valores seguros.

Los expertos se atreven a apuntar ya a una moda poscrisis. Apresurado, quizá. Porque el oro brilla sobre la pasarela, claro; debajo, se produce un goteo de cierres de talleres y tiendas, de modistos que tiran la toalla o se reconvierten. Es la realidad del negocio. Pero los desfiles son un espectáculo creado para hacer soñar (y para hacer comprar). ¿Es entonces la capa de oro que cubre la moda eso, una capa superficial, un falso brillo, una ilusión pasajera, un becerro hueco al que adorar? El tiempo lo dirá.