Una encuesta de 2010 muestra que en España padece dolor de cabeza (cefalea) el 35% de la población, con su correspondiente impacto en la calidad de vida y las consecuencias laborables dado que cuando este dolor se establece de manera crónica (más de 6 meses de duración) conduce a la ansiedad y a la depresión. Dentro de la diversidad de causas de estos dolores, los originados en los dientes y otras estructuras de la boca constituyen una gran proporción.

El dolor se considera como el síntoma más común entre los humanos. Comprende no solo las sensaciones suscitadas por estímulos nocivos sino también las reacciones y respuestas a dichos estímulos. La sensación de dolor depende de muy diversos factores, entre ellos la capacidad del sujeto de distinguir donde, cómo y cuánto le duele, así como de la atención, estado emocional, conocimiento y motivación del que lo padece. El dolor es por lo tanto una experiencia subjetiva y compleja.

El dolor de cabeza y entre ellos los dolores originados en la boca, representan el 20% de las consultas médicas y el 40% de las consultas odontológicas. Este tipo de dolor puede constituir un proceso leve como el dolor músculo-esquelético en el sujeto ansioso originado por tensión sobre todo en los músculos de la masticación al apretar los dientes (bruxismo), o a enfermedades graves como las algias de un tumor maligno, un hematoma o una hemorragia intracerebral subaracnoidea.

El significado emocional de la boca y de la cara así como la alta prevalencia de enfermedades y tratamientos odontológicos y quirúrgicos orales pueden explicar la frecuencia del dolor originado en la región orofacial. La base de un tratamiento adecuado será un diagnóstico correcto.

El dolor en la prehistoria, no originado por causas mecánicas, tenía connotaciones mágicas relacionadas con espíritus malignos encarnados. Se trataba con amuletos, conjuros, hechizos y rituales mágicos realizados por el mago o brujo. En algunos lugares curanderos y chamanes usaban hierbas, masajes, calor o presión.

En las civilizaciones antiguas el dolor adquiere un componente más religioso y se relaciona con el pecado. Enfermo y sacerdote oran para conseguir el perdón. Egipcios, babilonios y asirios utilizaron la trepanación, los narcóticos (adormidera, beleño y mandrágora), el calor, el frío y el masaje. Los chinos la acupuntura.

Para las religiones mediterráneas el dolor es un castigo, una desgracia para los que no se someten a los deseos de Dios. Para las religiones hindúes el dolor es una bendición disfrazada que aparece en nuestras vidas para protegernos, enseñarnos y mantenernos en el recto camino. Para el budista el dolor está producido por la frustración de los deseos insatisfechos.

En Grecia y Roma se consideraba al dolor y a la enfermedad como consecuencia de un desorden antinatural y fisiológico. Salud y felicidad formarían parte del orden natural, del equilibrio y de la armonía. Ya consideraban que el cerebro era el centro de las sensaciones y de la razón (Demócrito y Platón). Eristrato de Alejandría y Estraton describen el sistema nervioso central y los nervios sensitivos y motores. Sin embargo Aristóteles seguía pensando que el corazón era el centro de las sensaciones, concepto que perduró durante 23 siglos. Dioscorides y Galeno usaron frente a la neuralgia y cefalea mandrágora, opio, beleño y cáñamo.

Durante la Edad Media el dolor se interpretó como una reducción de penas y en el siglo XI Avicena ya describió 15 tipos distintos de dolor. Con el renacimiento se establecen las bases modernas del dolor (Leonardo, Varolio, Vesalio y Descartes). La morfina se aísla en 1806 y uno de los grandes descubrimientos del siglo XIX fue la anestesia general.

Un dentista norteamericano, Horacio Wells el 14 de diciembre de 1844 demuestra que era posible extraer un diente sin dolor aplicando el gas protóxido de nitrógeno como anestésico general. Después, también otro dentista, Morton aplicaría el éter en el mismo sentido, naciendo así la nueva cirugía.

Hoy podemos decir que el dolor constituye en ocasiones un mecanismo de defensa, seguridad y alarma. Eliminar el dolor sin analizar la causa equivale a desconectar un sistema de alarma pensando que con ello ya nos encontramos a salvo.

Como experiencia fundamental de la vida humana el dolor tiene un carácter positivo y probablemente es preciso en el proceso de maduración psicológica. El dolor es inherente a la condición y al desarrollo humano.

Ante un dolor de cabeza crónico o agudo originado frecuentemente en estructuras de la cara y en la boca (dientes, músculos, articulaciones y nervios) es preceptivo un adecuado diagnostico y el dentista es el especialista de imprescindible consulta antes de iniciar cualquier tratamiento.