El desorden de excitación genital persistente, conocido como el síndrome de excitación sexual persistente, es un trastorno de la esfera sexual que, lejos de lo que puede dar pie a pensar, no tiene habitualmente mucho de placentero.

Se trata de una afección muy rara, afecta a menos de 1.000 personas en todo el mundo.

La excitación, en este trastorno más común en las mujeres, se presenta de forma espontánea, en los momentos más inesperados, y no tiene relación con un estímulo o con el deseo sexual. Cuando se manifiesta, no siempre culmina con un orgasmo, aunque puede ser así de forma repetida hasta decenas de veces en un mismo día sin que por eso la persona que lo padezca sienta alivio. La sensación puede prolongarse durante horas o incluso algunos días.

El síndrome de excitación sexual persistente no puede explicarse como un caso de libido elevada, ni se puede comparar a los que lo padecen con quienes experimentan un placer multiorgásmico.

Junto a un incremento de la excitación, los afectados notan otros de los síntomas que suelen acompañar a esta sensación: aumento en la frecuencia cardíaca, respiración más acelerada o contracción muscular de la zona de la pelvis.

Hasta ahora no se ha conseguido determinar las causas que desencadenan el desarrollo de este desorden, aunque se especula con un origen vascular o neurológico. E incluso que pueda explicarse como efecto a tratamientos con hormonas.

Los daños en la base de la columna que afectan a nervios sensoriales o al nervio pudendo en la zona pélvica también están en el foco de los especialistas.

Además de los problemas físicos, el síndrome de excitación sexual persistente puede alterar la vida sexual de los afectados, ya que vivir con la excitación que desencadena hace perder interés en las relaciones. Más aún, este desorden puede derivar en un grave malestar psicológico.