Los doctores Mª Teresa Gómez Casares y Álvaro Veiga Vaz, representan a dos generaciones de médicos de la misma especialidad. Ella, la Jefa de servicio de Hematología del Hospital Universitario de Gran Canarias Doctor Negrín, es una veterana investigadora con más de tres décadas de trayectoria profesional y todo un referente en biología molecular tanto en España como internacionalmente. Por su parte, el Dr. Veiga, adjunto del Servicio de Hematología del mismo hospital, se decantaba por esta especialidad en esta última década que, debido a los grandes avances que se han producido, ha sido definida por especialistas y sociedades científicas como “totalmente revolucionaria”.

Entre ambos nos ayudan a trazar una panorámica del pasado, presente y futuro de una especialidad que, por ser tan amplia y compleja, sigue siendo desconocida para muchos. La hematología se ocupa de del estudio, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades que tienen que ver con las células de la sangre (glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas) y de los órganos hematopoyéticos (los que fabrican las células de la sangre, como la médula ósea o los ganglios linfáticos). Los hematólogos tratan, por tanto, enfermedades como los linfomas, las leucemias, los mielomas, las anemias y toda la patología de la coagulación y son también los responsables en el laboratorio de determinadas analíticas, de los bancos de sangre y de las transfusiones.

Una mirada al pasado

A finales de los años 80, la doctora Gómez Casares iniciaba su trayectoria en esta especialidad coincidiendo con los primeros descubrimientos genéticos que supusieron un antes y un después, y marcaron el inicio de un cambio radical en el escenario de la hematología. Volviendo la vista atrás, rememora los principales hitos de una especialidad que ya en aquellos años se desmarcaba como pionera en el conocimiento de las bases biológicas de las enfermedades que trata. “En los años 80 se conocieron los genes que estaban implicados en la leucemia mieloide crónica, y durante los 90 se desarrolló una terapia dirigida que empezó ya a emplearse de forma rutinaria en la década de los 2000. En ese sentido, esa enfermedad fue totalmente paradigmática, aunque hubo también en esos años otra patología con terapia dirigida que fue la leucemia promielocítica. Después han venido muchas y hemos visto cómo cambiaba totalmente el abordaje de enfermedades como el mieloma múltiple, por ejemplo. Ha habido muchísima investigación y ha pasado de ser mortal por necesidad a convertirse en una enfermedad crónica gracias a los tratamientos sucesivos de los que disponemos ahora”.

Y no sólo en el mieloma, también ha habido grandes avances en algunos tipos de linfomas donde también hay nuevas terapias novedosas y dirigidas, y en algunos tipos de leucemia. Hoy, 30 años después de aquellos primeros logros, se siguen identificando nuevas alteraciones genéticas. “Los principales avances se han centrado en caracterizar mejor las enfermedades. Los avances tecnológicos para el diagnóstico molecular y los avances terapéuticos están transformando la forma de tratar a los pacientes, y están ofreciéndoles nuevas alternativas terapéuticas eficaces y seguras, además de una mayor calidad de vida”, explica el Dr. Álvaro Veiga. Llevada a la práctica clínica, la investigación biomédica basada en la genómica funcional supone un enorme impacto en el pronóstico, la esperanza y la calidad de vida de los pacientes, gracias a las terapias cada día más innovadoras, más eficaces y con menos efectos secundarios. En el terreno del tratamiento de las enfermedades oncohematológicas, se ha pasado de la quimioterapia convencional a novedosos fármacos de administración oral, terapias dirigidas de precisión, anticuerpos monoclonales, inmunoterapia, terapia CAR…

La era de la digitalización

La transformación digital se ha convertido en la gran aliada del rápido avance de los conocimientos. Donde antes había informes e historias clínicas redactadas a mano por los facultativos y grandes dificultades para compartir información, hoy se habla de historias electrónicas, de pruebas diagnósticas digitalizadas, de los descubrimientos y la información más novedosa disponible al instante y de bases genéticas donde se incorpora al momento cualquier mutación identificada en cualquier parte del mundo… “El cambio ha sido brutal”, afirma Mª Teresa Gómez Casares.

Pero esa nueva era no ha hecho más que empezar y el futuro se vislumbra prometedor si se aprovecha todo el potencial que ofrecen el Big Data y la inteligencia artificial, tecnologías que, en opinión del Dr. Veiga Vaz (millennial, para más señas), “podrán mejorar nuestra capacidad diagnóstica, la investigación clínica y dirigir de manera más precisa las terapias”.

Ese será uno de los retos de cara al futuro, pero no será el único. Será necesaria también una apuesta firme y estable por la ciencia para seguir arrojando luz sobre los mecanismos moleculares implicados en las enfermedades hematológicas(y no solo las neoplásicas) de las que todavía existe un gran desconocimiento. Y está también el gran desafío de los costes. Los tratamientos de este siglo son más eficaces, más fáciles de administrar y menos tóxicos, pero también muy costosos. “Son tratamientos muy eficaces pero muy caros, en el sistema español esas medicaciones cuando se aprueban están al alcance de todos, no hay distinción, pero el problema es cuánto lo va a soportar el sistema”.

“En hematología somos pioneros en conocimiento, la última década ha sido totalmente revolucionaria”

Dra. María Teresa Gómez Casares (Jefa de se rvicio de Hematología del Hospital Universitario de Gran Canarias Doctor Negrín)

Dra. Mª Teresa Gómez Casares

-¿A lo largo de su trayectoria profesional, cómo ha visto usted cambiar su especialidad?

Cuando yo decidí hacer hematología, en 1987, ya me parecía una especialidad completísima, porque tiene dos vertientes la de laboratorio y la clínica. Es, además, pionera con respecto a otras porque siempre ha tenido muy fácil acceso a la muestra que estudia. Mientras que conseguir una muestra de un tumor en una zona que hay que biopsiar es complicado, obtener un tubo de sangre es tan fácil como un análisis de rutina. Eso nos ha permitido conocer las bases biológicas de la enfermedad mucho antes que otras especialidades. Gracias a eso hemos sido pioneros en conocimiento y, en consecuencia, en el desarrollo de tratamientos. Eso es lo que yo he visto a lo largo de toda mi trayectoria, cómo el aumento constante del conocimiento ha permitido avances tan importantes como pasar de tratar con quimioterapia –que es matar a cañonazos a la célula maligna– a la terapia dirigida.

-Muchos expertos dicen que la última década ha sido especialmente revolucionaria. ¿Por qué?

Ha sido totalmente revolucionaria. En esta última década se ha empezado a aplicar la secuenciación masiva, que nos permite analizar millones de genes que no podíamos analizar de la forma convencional y eso ha sido lo que ha permitido que se descubran las bases genéticas de muchas de las patologías que nosotros tratamos.

-En ciertas enfermedades hematológicas, se habla de Enfermedad Mínima Residual. ¿Qué es?

Cuando miras al microscopio la sangre de una persona con una enfermedad oncológica en hematología, ves las células malignas. Cuando se aplica el tratamiento y dejas de verlas, decimos que el paciente está en remisión completa, pero no quiere decir que esas células hayan desaparecido, existen en muy poca cantidad, pero no las hemos aniquilado. Se suele explicar comparándolo con un iceberg, hay una parte que ves y otra que, aunque no la veas, está ahí. Esa es la Enfermedad Mínima Residual (EMR) y la forma de que esa persona se cure es eliminarla.

-¿Cuál es el papel de la biología molecular en el estudio de la EMR?

Es el método más sensible para medir EMR. Con otros métodos como el microscopio, podemos ser capaces de identificar una célula maligna de cada cien, pero la biología molecular te va a permitir identificar una entre un millón de células.

-¿Cuáles considera que son las principales demandas de los pacientes hematológicos?

El deseo de cualquier paciente es curarse, ese es su sueño: no tener que estar pensando que tiene una espada de Damocles encima y una enfermedad en la que puede recaer. Y, cuando la curación no es posible y se ven obligados a vivir en el contexto de una enfermedad crónica, su principal demanda es poder tener la mayor calidad de vida posible, algo que ha mejorado mucho también con los nuevos tratamientos.

-¿Cuáles son los principales retos que debe afrontar la hematología? ¿Es usted optimista?

Optimista lo soy siempre, creo que todo siempre va a mejor. Pero tenemos grandes retos todavía como descubrir las bases genéticas de muchas enfermedades y encontrar las terapias dirigidas, pero quizá el mayor reto al que se enfrenta ahora mismo la medicina es el coste de esos tratamientos dirigidos y cómo los afronta un sistema público de salud. Son tratamientos muy eficaces pero muy caros, en el sistema español esas medicaciones cuando se aprueban están al alcance de todos, no hay distinción, pero el problema es cuánto lo va a soportar el sistema.

“Hay que ser muy optimista con el futuro. La siguiente barrera clínica es la inteligencia artificial”

Dr. Álvaro Veiga Vaz (Adjunto del Servicio de Hematología del Hospital Universitario de Gran Canarias Doctor Negrín)

D. Álvaro Veiga Vaz

-¿Por qué escogió dedicarse a la hematología, entre todas las especialidades médicas?

Durante los años de estudiante, las rotaciones que realizamos en el hospital pueden hacer que conozcas unas especialidades u otras. Coincidió ser mi última rotación como estudiante, una agradable casualidad. En esa rotación descubrí los encantos únicos de esta especialidad, gracias a la Dra. Mónica López, decantándome por dedicarme a ella. Destacaría de la hematología sobre las otras especialidades, la posibilidad de realizar un diagnóstico y seguimiento integral del paciente, desde la realización de las pruebas diagnósticas en nuestros propios laboratorios, a la de elección de un tratamiento si fuese preciso y, finalmente, el seguimiento continuado del paciente.

-En los años que lleva como hematólogo, se han producido grandes innovaciones. ¿Qué cambios ha visto en la especialidad?

Los que nos dedicamos a esta especialidad hemos presenciado una gran evolución en el diagnóstico y, por consecuencia, en el tratamiento de las enfermedades hematológicas, el Mieloma Múltiple entre ellas. Los principales avances se han centrado en caracterizar mejor las enfermedades. Los avances tecnológicos para el diagnóstico molecular y los avances terapéuticos están transformando la forma de tratar a los pacientes y ofreciéndoles nuevas alternativas terapéuticas eficaces y seguras, además de una mayor calidad de vida.

-¿Son las enfermedades hematológicas enfermedades de difícil diagnóstico?

El diagnóstico suele ser un proceso que no se demora mucho en el tiempo, puesto que en mucha ocasiones es necesario comenzar cuanto antes con el tratamiento. La dificultad del diagnóstico se centra en tipificar correctamente la enfermedad, ya que, como me gusta explicarles a los pacientes, los apellidos de la enfermedad marcan su pronóstico y las actitudes terapéuticas.

-¿Qué papel juega la digitalización?

Tanto la digitalización como la automatización en los sistemas diagnósticos han supuesto una reducción a la hora de obtener resultados, pudiendo tratar precozmente las enfermedades. Pero la digitalización ha influenciado positivamente a la medicina de manera global: comprende aspectos como la historia clínica electrónica, la posibilidad de compartir información clínica de los pacientes entre distintos centros, la digitalización de pruebas diagnósticas, la gestión consultas y citas médicas, etc. Esto ha permitido a nuestro sistema sanitario ganar en eficiencia, repercutiendo de forma beneficiosa sobre el paciente.

-De cara al futuro de las enfermedades hematológicas, ¿cuáles son las necesidades que quedan por cubrir y cuáles son sus expectativas?

Bien es cierto que en la última década los avances tecnológicos se han ido implementando en la medicina, pero todavía queda mucho por mejorar. La siguiente barrera es la aplicación clínica de la inteligencia artificial. Las aplicaciones de las Big Data (grandes bases de datos, complejas y con crecimiento continuo, que precisan de procesadores informáticos no convencionales), los innumerables posibles usos clínicos de las Machine Learning (sistemas que aprenden de forma automatizada, y que mejoran con el tiempo sin la intervención humana, de su propia experiencia), que ya se aplican en muchos ámbitos de nuestra vida. Dichas tecnologías podrán mejorar nuestra capacidad diagnóstica, la investigación clínica y dirigir de manera más precisa las terapias. La medicina en general esta sufriendo una mejora exponencial, y en particular las enfermedades tumorales, hay que ser muy optimista con el futuro que está por venir.

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