La pandemia de coronavirus ha aumentado en un 50% los adolescentes hospitalizados por problemas de salud mental, los más graves la anorexia, tendencias suicidas y ansiedad, según un estudio publicado por el Observatorio Vasco de la Juventud.

Este trabajo sobre la salud mental de los adolescentes durante la epidemia ha sido realizado por los doctores del hospital de Basurto Arantza Fernández Rivas (Jefa de Sección de Psiquiatría infanto-juvenil) y Miguel Angel González Torres (Jefe de Servicio de Psiquiatría).

Ambos se han basado en los casos que han llegado al hospital vizcaíno, que cuenta con la única unidad de hospitalización psiquiátrica de adolescentes de Bizkaia, además de disponer de la urgencia de psiquiatría más frecuentada del territorio.

Desde el inicio de la pandemia, los adolescentes ingresados en la citada unidad de psiquiatría han subido un 50 % comparando los primeros cinco meses de 2019 con el mismo periodo de 2021, con una mayoría de chicas.

Son tres los efectos en la salud mental de los adolescentes que han llevado al aumento de hospitalizaciones: trastornos de conducta alimentaria (anorexia), tendencias suicidas y estrés postraumático.

La anorexia fue el primer evento clínico que se produjo ya desde marzo de 2020, siguiendo un incremento paralelo a las olas de la pandemia y manteniendo su gravedad a lo largo del 2021.

En concreto, en Bizkaia se ha constatado un incremento de un 153 % de los ingresos psiquiátricos de adolescentes a causa de anorexia nerviosa en el año 2020 comparado con 2019.

Las conductas suicidas o autolíticas se comenzaron a percibir desde el otoño del 2020, siguiendo un ascenso que sigue aún sin freno. Tanto la anorexia como las tendencias suicidas están aconteciendo en todo el mundo occidental.

Un tercer efecto han sido los síntomas de ansiedad (trastorno de estrés postraumático): el informe ha constatado un incremento del 100 % de este tipo de casos a lo largo del 2020 en comparación con 2019.

¿Por qué se está produciendo este sufrimiento emocional en los adolescentes? Los doctores apuntan a varios factores.

En primer lugar, la pandemia trajo en marzo de 2020 el aislamiento masivo, por el confinamiento. Las relaciones sociales con iguales presenciales, que son las que pueden aportar salud, se suspendieron drásticamente, y con ello el trabajo de maduración de la personalidad.

El rendimiento escolar perdió importancia y con ello se perdió también la valía asociada a su desempeño exitoso, fuente de autoestima para muchos adolescentes.

Con el confinamiento llegó la incertidumbre del futuro y angustia: miedo a padecer la enfermedad, a las repercusiones familiares y sociales, y se produjeron pérdidas: familiares que fallecieron o enfermaron, amistades y familiares que no se podían ver o visitar.

"El estilo de vida cambió tan drásticamente que a muchos adolescentes les pareció que ya no era vida, que ya nunca se iba a pasar", detalla el informe.

Aunque se retomaron las clases presenciales en septiembre de 2020, persistieron las restricciones de contacto social, de cercanía física, de actividades sociales, se reactivó el miedo al contagio en el entorno escolar (con nuevos aislamientos de grupos escolares a lo largo del curso), requiriendo todo ello a los adolescentes un esfuerzo de autocontrol que los ha ido desgastando.

El informe destaca también que la sociedad ha jugado un papel negativo en muchos aspectos.

Así, tras el confinamiento de marzo de 2020 se produjo una avalancha de mensajes alertando del peligro de incrementar de peso, añadiendo más angustia, y apoyando dietas y medidas de ejercicio físico que a los adolescentes más frágiles (y las familias "despistadas por la situación") les convenció como modo de canalizar su malestar (control de la ansiedad a través del excesivo autocontrol de lo único que estaba en su mano, la alimentación y el ejercicio físico en el domicilio).

Según el informe, la sociedad también se equivocó en los mensajes que siguió dando a los adolescentes a lo largo del otoño-invierno de 2020, y aún en la actualidad: les ha culpado de ser las causantes de contagiar una enfermedad mortal a sus familiares, añadiendo a la ya frágil e insegura imagen de los adolescentes una culpabilidad "institucional" general.

Los doctores autores del informe han reprochado que "en ningún momento se ha escuchado en los medios sociales un mensaje de reconocimiento al comportamiento extraordinario que los adolescentes han presentado en todo este tiempo: ¡somos y hemos sido muy injustos con ellos y ellas!".

También han admitido que en todo este tiempo la sanidad no ha podido afrontar la demanda de salud mental, al suspenderse las consultas presenciales y más tarde, cuando la demanda de atención a adolescentes se incrementó -especialmente a partir del otoño de 2020- las consultas se han visto desbordadas.

Las conclusiones del informe son que existe una situación de extremo riesgo para la salud mental infanto-juvenil, en la que es necesario "ofrecer la mejor y más intensiva atención psicológica y psiquiátrica para ayudar a la recuperación más rápida y completa posible, y aunar esfuerzos con el mundo social y el educativo".