Estamos vivos porque hemos nacido, crecemos, podemos reproducirnos y finalmente moriremos. Morir es tan natural como nacer. Hoy pienso comentarle algunos aspectos que me parecen interesantes sobre la muerte. Todos nacemos con fecha de caducidad, tenemos fecha fija para morir. Y no sólo nosotros sino todas las unidades de vida que nos forman, es decir, nuestras células. Todas tienen un reloj interno que limita su duración. Unas viven sólo pocas horas (por ejemplo los leucocitos unas 8), otras algunos días (las plaquetas entre 4 y 8 días), otros varios meses (3 meses los glóbulos rojos) y posiblemente bastantes años las del hígado o las neuronas. Esa duración está programada y esas células la alcanzan si el medio en el que están les favorece: si tienen oxígeno y nutrientes, vitaminas, etc... Si no, mueren antes. Por ejemplo, si les ataca una bacteria, determinadas radiaciones, sustancias químicas, virus, etc. Pero de no ser así tienen un mecanismo que implica a los enzimas llamadas caspasas, que impiden que se renueven y se destruyen. Es un suicidio programado.

Algo igual nos pasa a los humanos. Nacemos programados (en nuestros genes) y si vivimos en condiciones favorables podemos alcanzar una duración de unos 100 a 120 años. En septiembre de 2009 falleció la anciana más longeva de las conocidas. Había nacido en 1894. Tenemos pues un reloj interno que mide nuestro tiempo y es de unos cien años, los descritos. Ello si antes no nos pilla un coche, tomamos un veneno o nos invade una bacteria. Hágame caso: lo de Matusalén es un camelo. Ningún humano ha vivido más de la edad que le digo. Hay quien nace marcado por tener una enfermedad que lo matará antes. Dicen que hay animales que se despojan de parte de ellos mismos para, al eliminarse renacer. Eso pasaba al ave Fénix, que volvía a nacer diariamente de sus cenizas, y a usted le pasa lo mismo. Todos los días, a todas las horas, parte de usted muere y en ese mismo instante renace. Hay quien señala que no hay nada en usted que sea más viejo de 9 años.

Importa reflexionar cómo se vive la muerte en las diferentes culturas de nuestro planeta. Para los cristianos cuando mueren sólo lo hace el cuerpo. Otra parte de ellos, el alma, queda en suspenso hasta el día del Juicio Final en el que se les pesará lo bueno o malo que fueron en la vida y pasarán para siempre al cielo o al infierno. Cuando yo era niño se hablaba de una situación intermedia, el purgatorio, donde algunos tenían que penar un tiempo antes de ir al cielo. Pero parece que la jerarquía eclesiástica eliminó luego esa posibilidad. Para los musulmanes la situación es parecida, pero ya al morir se determina si fueron o no buenos, y en espera de que vayan finalmente al paraíso o el infierno, se les permite un mejor o peor yacer en sus tumbas. En esas religiones no se acepta la reencarnación de las almas. La suya no viene de otro ser vivo ni irá a otro. Pero ya que la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma, acepte que usted posiblemente tiene parte (moléculas, átomos) de Moctezuma o del oso de Favila. Es usted a la vez todos los siglos de la humanidad.

Es curiosa cuál es la respuesta de las sociedades a la muerte. En la nuestra se acepta en los ancianos, pero con mucho más dolor si afecta a un joven. Se asume mejor si hay una preparación previa, quizá tras una larga enfermedad, que si aparece bruscamente. También hay una respuesta diversa a ella según los estratos sociales. Una muerte entre pobres muchas veces se expresa con gemidos, llantos en voz alta. En un estrato social alto se atraviesa con caras inexpresivas y gafas oscuras. Acepto que estoy generalizando mucho.

Querría analizar cuál es la actitud de nuestra sociedad ante enfermedades que conducen a la muerte y ayudarle a que decida sobre el final de su vida. Posiblemente usted llegue a viejo. Nuestros hospitales están llenos de ancianos con enfermedades avanzadas; hace pocos años nuestra sociedad apenas contaba con ellos ya que, como nuestros remedios eran limitados, muchos morían antes. Ahora la sociedad acumula muchas personas que están vivas, aunque a veces con ínfima o nula calidad de vida. Muchos están demenciados, con úlceras, etc. Con frecuencia sufren de alguna complicación aguda: una infección de orina, un atragantamiento. Se plantea qué hacer. Los médicos harán lo que el enfermo quiera, pero con frecuencia éste no puede decidir. Solicitan la opinión de sus familiares pero la decisión es muy difícil. En nuestra sociedad es más fácil decidir que piso o coche comprar qué tomar decisiones terapéuticas con ese familiar. Se mezclan sentimientos encontrados: a su objetiva baja calidad de vida se añade la responsabilidad de tomar soluciones que siempre son malas. Quizá se pueda resolver el problema agudo del enfermo (una infección, una herida) pero no el de fondo, el que limita su calidad de vida. Seguirá y si se recupera pocos días después surgirá otro problema agudo y luego otro y otro... y lo que se hace es alargar una agonía.

Buscando soluciones la sociedad ha creado el llamado "testamento vital o documento de voluntades anticipadas". Es gratuito y suele cubrirse en la unidad de Atención al Paciente de los hospitales. En él, el firmante designa un representante para que sea su interlocutor ante el equipo sanitario y le transmita sus decisiones. Sólo se usará si el enfermo no puede entonces decidir por sí mismo y puede ser modificado en cualquier plazo. El representante señalará si hay donación de órganos o si se asume la sedación. En Suiza está autorizado que, en determinados supuestos, le ayuden a acabar con la propia vida. En Inglaterra acaban de despenalizar en ciertos casos a los que ayudan a los que quieren acabar con su vida. Aquí, eso todavía no es posible.

El mensaje final de esta columna sería: estoy convencido de que tenemos fecha de caducidad y que no sabemos cuándo esta llegará. Por ello, vivamos con plenitud todos y cada uno de nuestros días, relativicemos y devaluemos las pequeñas miserias de relación humana. Hemos mejorado el país, la muerte no se viste tan de negro y los duelos no son infinitos, ahora debemos aceptar que morir es algo natural, tan natural como nacer o vivirÉ No se si le preocupa a donde irá, pero ¿le preocupa de donde vino?. Cada uno define cual es su fin en la vida. Muchos dicen que ser feliz... Posiblemente es sensato responder que vivir cada momento con plenitud.