Es relativamente frecuente atender a pacientes que acuden a la consulta por presentar dolor en el pecho, cuyo primer comentario al preguntarles cuál es la razón de su visita, es el de "pues la verdad doctor es que no estoy seguro, porque me han dicho que el corazón no duele". Habría que preguntarles a la inmensa mayoría de los pacientes que han sufrido una angina de pecho o un infarto de miocardio si el corazón duele o no duele.

Por supuesto que el corazón duele y en ocasiones con gran intensidad, incluso transmitiendo al paciente una sensación de muerte inminente. Pero la pregunta que ahora más nos interesa sería: ¿están la mayoría de dolores que sentimos en el pecho en relación con el corazón? A esta pregunta, y en pacientes sin problemas coronarios conocidos, la respuesta seria no. Pero entonces, ¿cómo diferenciar cuando es un dolor en relación con un problema cardíaco y cuando no?

Está absolutamente comprobado que la percepción, no sólo de la intensidad del dolor sino también de las características del mismo, presenta una gran variabilidad entre diferentes pacientes, llegando incluso al punto de algunos que han sufrido un infarto de miocardio sin haberlo notado o habiendo presentado síntomas muy leves o aparentemente no relacionados con patología cardíaca; como sudoración, síntomas digestivos, malestar general o incluso dolor de muelas.

Pero si podríamos atrevernos a mencionar las características del dolor, que la gran mayoría de pacientes presenta cuando éste encuentra en relación con un problema cardíaco y también cuando no está relacionado con el corazón.

Diríamos que un dolor es altamente sugestivo de un problema cardíaco cuando está situado en el centro del pecho (no en el lado izquierdo); es opresivo (como si me estuvieran aplastando, o como si me estuvieran apretando.); tiene una duración superior a un minuto, pero inferior a varias horas y no se relaciona con los cambios respiratorios ni posturales, permaneciendo indiferente los mismos. El dolor se puede extender al brazo izquierdo o incluso a ambos brazos y también al cuello y a la mandíbula. En ocasiones, y más frecuentemente cuando se trata de un infarto, se acompaña de sensación de falta de respiración, ganas de vomitar o de defecar y de sudoración.

En el polo opuesto, las características del dolor que nos sugeriría que no se encuentra en relación con el corazón, seria cuando no se encuentra situado en el centro del pecho; cuando es de tipo pinchazo; si se encuentra en relación a los cambios posturales o respiratorios (excepto en la pericarditis); cuando dura pocos segundos o varios días y si se reproduce a la presión de la zona.

Existen también otras circunstancias que pueden ayudar al cardiólogo en el diagnóstico de si el problema es cardíaco o no, como por ejemplo la actitud del paciente frente al mismo y si el dolor se relaciona o no con el esfuerzo físico. Desde ese punto de vista, muy sugestivo de un dolor coronario es cuando lo que el paciente desea es permanecer inmóvil y en reposo, cuando siente el dolor y también cuando el dolor se desencadena por un esfuerzo físico, obligando al paciente a descansar y desapareciendo este al poco tiempo de estar en reposo.

A manera de conclusión diríamos que, por supuesto, el corazón duele y que, a pesar de la gran variabilidad del dolor, si existen características que nos orientaran más al diagnostico de un problema cardíaco o bien al contrario, nos llevaran a tranquilizar al paciente descartando su relación con el mismo.