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Elon Musk desata el caos en Twitter tras entrar en la plataforma: ¿qué quiere hacer con la compañía?

Tras convertirse en el mayor accionista individual de la compañía, la renuncia del magnate a entrar en la directiva podría deberse a sus problemas con la justicia o a una maniobra para tomar el control

Elon Musk.

Twitter vive uno de los momentos más confusos de su historia reciente. El pasado 4 de abril se anunció que Elon Musk pasaba a ser el accionista individual mayoritario de la red social e iba a unirse a su junta directiva. Ni una semana después de la bomba, el magnate tecnológico daba marcha atrás y rechazaba su puesto en el consejo de administración. Los cambios de dirección vividos en la última semana arrojan a la plataforma a una incertidumbre en la que afloran las hipótesis. ¿A qué se debe el paso atrás de Musk? ¿Quiere tomar el control de Twitter?

El hombre más rico del planeta es conocido por estar detrás de los éxitos empresariales de TeslaPayPal SpaceX, pero también por ser considerado el rey del ‘troleo’, un personaje tan carismático como controvertido cuyas intenciones son indescifrables y cuyas decisiones son imprevisibles. Lo fue que entrase en Twitter por la puerta grande –su 9,2% de las acciones son más del cuádruple del 2% que posee Jack Dorsey, fundador de la compañía—y lo ha sido también su renuncia a entrar en su directiva.

¿Por qué entrar en Twitter?

Muchos señalan que Musk podría haber invertido 2.400 millones de dólares para entrar en Twitter por pura diversión. Tras la expulsión de Donald Trump de la plataforma, el multimillonario se ha convertido en su mayor atracción. Con 81 millones de seguidores, usa su cuenta para promocionar sus empresas y para lanzar ‘shitposting’, como se conoce la técnica de publicar comentarios deliberadamente provocadores e incendiarios para enfadar o sorprender a los demás y distraerles de otros temas. Su feroz comunidad de fans hace tiempo que le pide comprar la compañía y entrar en ella podría ser tan solo un meme.

Musk es un ferviente crítico de Twitter y de sus políticas de moderación de contenido. “Visto que funciona como plaza pública de facto, que no se adhiera a los principios de la libertad de expresión socava la democracia”, tuiteó cuando ya había realizado la compra de acciones. Eso hizo temer a los empleados de la plataforma que la creciente influencia de Musk en la directiva pudiese traducirse en el regreso de Trump, quien fue expulsado por instigar el asalto ultra contra el Capitolio para tratar de frenar por la fuerza la certificación de la victoria presidencial de Joe Biden.

¿Un golpe en camino?

La decisión de Musk de no formar parte del consejo de administración ha sido recibida dentro de Twitter con “alivio exhausto”, según explica el periodista Casey Newton. Sin embargo, eso podría durar poco, pues se especula que tras ese gesto Musk podría estar planeando una OPA hostil, una compra de acciones a todos los accionistas de la plataforma para alcanzar una participación que le dé una mayor cuota de poder en la toma de decisiones empresariales.

Los mecanismos legales internos de Twitter hacen que esa opción sea complicada, pero no remota. Los estatutos de la empresa establecen que ningún directivo puede amasar más del 14,9% de las acciones. Parag Agrawal, director ejecutivo de Twitter desde noviembre, habría ofrecido a Musk un puesto en la junta para bloquear una posible OPA hostil, lo que explica que haya pasado de decir que el magnate “ofrecerá mucho valor al consejo directivo” a decir que “es mejor” que no entre. Fuera de la dirección Musk, puede comprar tantas acciones como quiera para tratar de imponerse. El dinero no es un problema: su fortuna asciende hasta los 268.000 millones de dólares, casi 90.000 millones más que Jeff Bezos, fundador de Amazon y segundo hombre más rico del mundo.

¿Evitar más problemas legales?

Otra explicación más plausible de ese paso atrás es que entrar en la directiva de Twitter le quita diversión. Como miembro de la junta, Musk debería haber actuado en base a los accionistas de la plataforma, unas obligaciones legales que le pondrían en apuros cada vez que quiera tuitear mensajes polémicos con los que manipular el mercado. Solo este fin de semana ha publicado (y después borrado) que la versión de pago de Twitter debería ser más barata y sin anuncios, ha lanzado una encuesta sobre si es buena idea convertir las oficinas centrales de la compañía en San Francisco en un refugio para sin techo -ya que según él pocas personas trabajan allí durante la pandemia- o preguntarse si “¿se está muriendo Twitter?”.

Musk arrastra desde hace cuatro años problemas legales con la Comisión de Bolsa y de Valores de EEUU (SEC, en inglés). Tras ser acusado de tuitear información no aprobada sobre las acciones de Tesla, en 2018 Musk accedió a pagar 20 millones de multa y a dejar la presidencia de la compañía de vehículos eléctricos (aunque ha seguido como director ejecutivo). Las aguas estuvieron relativamente calmadas hasta que el pasado noviembre Musk vendió un 10% de su participación en Tesla por valor de 16.000 millones tras una votación de sus seguidores en Twitter. El día antes de la venta, su hermano Kimbal Musk vendió acciones por valor de 108 millones. La SEC considera que el magnate filtró información privilegiada y, tras citarlo en la investigación este febrero, Musk ha vuelto a la carga, pidiendo anular el acuerdo alcanzado en 2018.

Esta guerra judicial con las autoridades va más allá de Tesla. El ‘Washington Post’ destapó la semana pasada que Musk informó a la SEC de la compra de acciones en Twitter más tarde de lo debido, lo que le permitió seguir adquiriéndolas a un precio más bajo. Con esa violación de la ley habría ganado unos 156 millones de dólares. Esta acumulación de problemas es la que podría haberle llevado a esquivar una posición dentro de la dirección de Twitter que le habría asegurado un mayor escrutinio de sus acciones.

¿Qué pasará ahora?

El futuro de Twitter es incierto y parte de ello pasa por las manos de Musk, que podría optar por vender sus acciones, por mantener las que tiene o por comprar más. El pasado noviembre, Dorsey dimitió por sorpresa como director ejecutivo de la plataforma. Detrás de su salida podría estar Paul Singer, presidente del fondo buitre Elliott Management y cercano a Trump, con participación en Twitter. Cuando eso sucedió, Musk se mofó de la situación comparando al nuevo CEO, Agrawal, con Stalin.

Aunque se cree que su relación es amistosa, es difícil prever qué rol jugará Musk si los accionistas buscan tumbar a Agrawal para impulsar un cambio de rumbo en Twitter. El actual director lo sabe y por eso en su mensaje sobre el paso atrás de Musk se entrevé lo que puede ser una advertencia: “Habrá distracciones, pero nuestros objetivos y prioridades no han cambiado. Dejemos de lado el ruido y sigamos concentrados en el trabajo”.

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