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El líder de la procrastinación

La autocomplacencia se apodera de Las Palmas y acusa una falta de ritmo elevado

Benito Ramírez perseguido por Aritz Aldasoro, del Racing, ayer en El Sardinero. | | LOF

Volvió a aparecer un viejo vicio de la UD de la pasada temporada, el la parsimonia según caminan las agujas del reloj desde el pitido. El equipo amarillo cuenta con todas las armas para dominar los encuentros, preso de su propio ADN, y a su vez un arma de doble filo que le empuja por momentos a la procrastinación. Como ese alumno aventajado que lo deja todo para el último día antes de un examen fácil, solo que ayer, las preguntas fueron a pillar.

Llegó Las Palmas a El Sardinero con su condición de líder, y consciente de que se enfrentaba a un rival que al menos en las cinco jornadas disputadas hasta la fecha, muchos apuros no iba a plantear a priori dada su escorrentía goleadora: dos. Y los dos en el mismo encuentro, ante el Sporting en su victoria de la pasada jornada.

Ante esa superioridad, a priori, bien puede pensarse que la UD creyó que iba a ganar solo con plantar el escudo en Santander y en esas, en los primero veinte minutos, quien parecía el líder de la categoría fue precisamente su rival. Si no es por las apariciones angelicales –un día más– de Álvaro Valles, el examen hubiera sido de suspenso total.

Gracias a que el portero sevillano dio dos vidas extras al equipo amarillo, y que Pombo quiso facilitarle la vida a la UD después de un plantillazo en el tobillo de Viera en el 41’, se pudo entender que al menos con toda una segunda parte por delante debía darle al equipo de Pimienta para mantener su condición de líder.

Sin embargo, la actitud del equipo insular continuó por la senda de la parsimonia a pesar de que Pimienta diera entrada en el terreno de juego a Álvaro Jiménez y a Moleiro para intentar revolucionar la contienda al igual que ocurrió en Mendizorroza con la presencia de Pejiño en los segundos cuarenta y cinco minutos.

Solo Moleiro aportó aire fresco con su descaro, pero a fin de cuentas por mucho que el tinerfeño tire del carro todavía le queda para llegar a la divinidad del Jonathan Viera del último tramo del curso pasado en el que él solo se bastaba para ganar los partidos.

Precisamente esa versión celestial del 21 es la que se echó en falta ayer en Cantabria. Con hechuras impropias de poder entregarse al 100% los 90 minutos, Jony permaneció en el tapete todo el encuentro sin ser el Jony que todos tildan como «el mejor jugador de la categoría».

Así, dio igual que el Racing jugara con diez, pues los diez sabían lo que tenían que hacer, mientras que la UD se enredó en una disyuntiva entre la desesperación y la procrastinación.

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