Es la imagen de la desesperación, la de una cola interminable, infinita, que se alarga y que continúa por todo el barrio de Vallecas. Una cola que se repite últimamente con frecuencia y que tiene historias, que tiene rostro de mayores y también de jóvenes. Micrófono en mano Sor Miriam se encarga de organizar la fila. Ella y otras cinco hermanas, junto a unos pocos voluntarios, preparan al día más de 500 bocadillos en su convento. Comidas que después reparten y que llenan la mochila y el estómago de estos vecinos del distrito más vulnerable de Madrid, azotado por el paro, por el coronavirus y ahora también por el hambre.