Aunque el encuentro ha tenido carácter privado ha suscitado una considerable expectación. 55 minutos de reunión, y además sin necesidad de traductores, han dado para mucho. Incluso para alguna broma durante la presentación de la delegación que acompañaba a Raúl Castro. Éste ha alabado así la profesionalidad de la secretaria de su ministro de Exteriores. Y Francisco ha recordado el gusto del embajador cubano por un tipo de dulces de su país. Se han puesto más serios a la hora del intercambio de regalos, porque el de Castro, un cuadro de un artista cubano, alude al drama de la inmigración en el Mediterráneo, tantas veces denunciado por Bergoglio.
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