Una semana antes de estrellar el avión en los Alpes franceses, Andreas Lubitz le confesó a un médico que sólo dormía dos horas al día. No conciliaba el sueño porque estaba obsesionado con la idea de que se estaba quedando ciego.
Una semana antes de estrellar el avión en los Alpes franceses, Andreas Lubitz le confesó a un médico que sólo dormía dos horas al día. No conciliaba el sueño porque estaba obsesionado con la idea de que se estaba quedando ciego.