¿Quién le iba a decir a Angela Merkel que casi al final de su largo mandato tendría que afrontar una de las peores catástrofes naturales sufridas por Alemania? La canciller se ha bajado al barro y ha comprobado unos daños, de momento muy difíciles de evaluar. A la espera del paquete de ayudas que su gobierno aprobará la próxima semana, los equipos de rescate siguen buscando, entre el caos, a centenares de personas ilocalizables. Un ejemplo de como para miles de alemanes hay un antes y un después es lo ocurrido en Altenahr. Era el típico pueblo con encanto, y ahora tiene de todo, menos eso. Aún incrédulos por lo ocurrido, los vecinos empiezan a asumir que ya no podrán vivir aquí. Y así en decenas de poblaciones del oeste de Alemania y de la vecina Bélgica.