Ni rastro de ejecutivos en el siempre bullicioso barrio de Pudong. Los trajes y las corbatas han desaparecido y solo vemos EPIS en el el distrito financiero de Shanghái. Son los vigilantes que el Gobierno chino despliega en cada edificio de apartamentos para garantizar que ningún vecino sale de la comunidad y para sofocar cualquier contato de protesta como este. El confinamiento de los 26 millones de habitantes de la capital económica de China comienza hoy para ellos y el próximo día 9 para los del vecino distrito de Puxi. Ellos aún no están confinados y ante lo que se les viene encima se han lanzado a los supermercados donde hemos visto peleas y aglomeraciones que nos recuerdan a lo peor del 2020 y macrohospitales a pleno rendimiento. Aunque ni siquiera entonces esta megaurbe confinó a todos sus habitantes. La difícil decisión se tomó el domingo, cuando los macrotest detectaron a 3.500 asintomáticos en Shanghái. Fue entonces cuando el miedo a ómicron vencía al pánico a parar la economía y ha empujado al Gobierno chino a ordenar la mayor cuarentena para una ciudad entera desde que inició la pandemia.