Arropada por su recuerdo, la madre de Romina está a punto de encontrarse con la persona que la mató. Faltan las palabras porque, además, el asesino confeso está en libertad provisional. El marido de su hija lleva más de cuatro años sin dar la ubicación exacta de los lugares donde arrojó en varias bolsas los restos. Pero la frialdad del asesino confeso sorprendió a los propios agentes desde el primer momento. No denunció su desaparición hasta que pasó una semana. Ella sufrió diversos episodios de malos tratos que la llevaron al hospital. Estaba aterrorizada pero no ratificó la denuncia y se marchó de urgencias tras una paliza. A pesar de las muestras de presunto arrepentimiento que mostró en casa de unos amigos tan sólo unos días antes de matar a Romina. Acabó con la vida de su mujer y ha confesado el crimen sin apenas inmutarse.