No había consuelo posible para el marido de Amaya, al que abrazaba el alcalde de Barakaldo y su compañero de partido. Tampoco había consuelo para quienes ella hizo su última llamada, una llamada desesperada. Pero para Amaya la vida se acababa esta mañana cuando una Comisión Judicial tocaba a su puerta para desahuciarla. La mujer, de 53 años, tomó la decisión más dramática. Al juez que le ha tocado levantar su cadaver reclamaba cambios en la ley para que nadie se vea abocado a algo así. En los últimos 6 meses, sólo en Euskadi 126 familias han pedido al Gobierno vasco que medie entre ellos y los bancos en busca de una solución. Sólo 1 de cada 4 lo han conseguido. Una situación límite que lleva a convertir en un infierno la vida de una familia normal.