Nadie en el polideportivo del Parque Móvil, donde Rafael Prado era monitor de natación, podía sospechar lo sucedido. Todos le definen como un hombre trabajador, serio, responsable y de trato exquisito, tanto que incluso muchos padres pedían que fuera él quien diera clase a sus hijos. Los resposnables de la piscina y sus compañeros se niegan a creer que hubiera colocado cámaras en los vestuarios, para grabar a los chavales. En el edificio donde tiene su sede la Asociación Juvenil San Cristóbal, con la que el detenido organizaba campamentos, nadie sabe nada de él. Encontramos su nombre y el de su mujer en el buzón, pero son pocos los que se los cruzaron alguna vez.