Si hay una celebración diferente en este Jueves Santo es la de Los Picaos, en San Vicente de la Sonsierra, en La Rioja. Los disciplinantes procesionan descalzos. Tras la oración a la imagen arranca la penitencia. El flagelo es una madeja de cuerdas de cáñamo. Un instrumento antiguo que marcará la piel más de 800 veces. 800 golpes secos y certeros. Cuando estos cesen, un miembro de la cofradía picará la epidermis castigada. Lo hace con una esponja. Un utensilio de cera virgen que lleva incrustados 6 cristales en forma de estrella. Cada uno de los disciplinantes recibe 12 pinchazos. Uno por cada apostol. El origen de este culto es anterior al siglo 16 pero sigue teniendo adeptos en el pueblo.