Así era esta magnífica escultura del siglo XVI hasta hace muy poco. A pesar del paso del tiempo, la figura ecuestre todavía conservaba algún resto de su policromía original. Pero al párroco de la iglesia de San Miguel le debió parecer que estaba demasiado estropeada y, por su cuenta y riesgo, decidió encargarle la restauración a una empresa de manualidades local.