Tres mujeres fueron condenadas a treinta años de cárcel cuando perdieron a sus hijos. Estaban embarazadas y sufrieron abortos espontáneos en casa. Cuando pidieron asistencia médica fueron detenidas, acusadas de homicidio, e ingresadas inmediatamente en prisión. Han pasado, cada una, entre 9 y 11 años entre rejas y ahora el Ministerio de Justicia las ha puesto en libertad. Dicen que están felices pero se lamentan por haber dejado a muchas otras por el camino. El Salvador es uno de los países con la legislación más restrictiva del mundo y todavía quedan más de veinte mujeres que están cumpliendo condenas injustas.