Es la economía, estúpido, le gritaban los seguidores de Bill Clinton al primero de los Bush en plena campaña electoral por las presidenciales. Los líderes canarios lo saben, lo tienen grabado en la piel después de tres largos años de crisis. Las soluciones al abismo en el que pudo caer la economía canaria centraron, en consecuencia, el Debate de Nacionalidad, el último de una legislatura que Paulino Rivero inició hace casi cuatro años hablando de objetivos de autogobierno, en plena euforia de crecimiento y cuando alguno llegó a vaticinar que la economía isleña acabaría jugando en la Champions.

Por muy plomizos que pudieran resultar los debates de política general, que cada presidente se empeña en inundar de datos y cifras, programas y subprogramas presupuestarios (Rivero hubo de entonar ayer un mea culpa por ello), la verdad es que pueden resultar interesantes y hasta tranquilizadores. El Gobierno ofrece los datos de su gestión, discutibles o no, pero "son datos contrastados que honestamente vengo aquí a defender", dijo Rivero encarándose a Manuel Marcos Pérez, sin duda un gran orador al que, sin embargo, le fallan los fundamentos estadísticos.

Se sabe que hay un Gobierno que gestiona, puede ser que con poca imaginación y menos aún creatividad, pero es impensable restarle méritos y esfuerzos por muy crítico que se sea con el presidente.

Respecto del portavoz socialista, cabe preguntarse si el tenor de su intervención, extremadamente dura, estaba avalado por el secretario general socialista, José Miguel Pérez, instalado en el palco de autoridades y tomando notas febrilmente, como si fuera él el encargado de responderle a Rivero.

Frente a los cruces entre Rivero y Soria, fueron paradójicamente los del presidente y el portavoz socialista los más agrios y duros, con los periodistas mirándose alucinados ante el cauce tomado por Marcos Pérez. Rivero, que es de pueblo, hubo de decirle: "Parece que usted no ha estado esta mañana en la Cámara. Vengo aquí a exponer honestamente una gestión y usted la contradice con datos sin fundamentos". Hasta tal punto que acabó cabreando al jefe del Ejecutivo, que volvió sobre su viejo discurso, anterior a la firma de los acuerdos con Zapatero, en el que culpaba al presidente socialista y a sus omisiones de casi todos los males derivados de la crisis. ¿Tenían los socialistas necesidad de llegar a este punto? La respuesta, el 22 de mayo.

Otro problema son las contradicciones flagrantes de algunos portavoces. Por ejemplo, José Manuel Soria. Su advertencia de que las aerolíneas tradicionales pueden abandonar Canarias si observan un trato discriminatorio en relación con las pujantes compañías de bajo coste debería ser, al menos, tenida en cuenta y ponderada. Con Soria en la tribuna de oradores lanzando este aviso y Águeda Montelongo aporreando la mesa en señal de apoyo al líder, hubo alguien que preguntó: "¿Pero no es Montelongo la consejera de Turismo de Fuerteventura que acaba de firmar acuerdos con Ryanair?"

Claro que para contradicciones, las de dos diputados de la Cámara, uno de ellos del grupo nacionalista. Miguel Zerolo, el gran ausente, el escaño más plano de esta legislatu- ra, apareció por la tarde mascando chicle y aparentemente despistado sobre el curso del debate a esa hora (17.00). Es muy probable que repita escaño tras el 22-M. En el mismo hemiciclo, una diputada con tarjeta de crédito en la mano y la vista en el ordenador portátil parecía abstraí- da del debate, la crisis, sus perversos efectos en la gente y sus soluciones.