- Recupera el proyecto Juan Perro tras la gira Malas lenguas. Tiene fama de artista en constante movimiento...

- Sí, a veces he despistado un poco al personal. Venimos con material nuevo, pero recuperando la marca del vagabundeo de Juan Perro para apostar nuevamente por la aventura de las canciones novedosas, en un periodo en el que en teoría los vientos están en contra. Es una manera también de huir de las condiciones más asfixiantes del negocio.

- ¿Es real la crisis del modelo musical tradicional?

- Sí, el mercado del disco ha desaparecido prácticamente, salvo el de los artistas que tienen un apoyo mediático grande, que son artistas más comerciales. Así que los proyectos basados en la creación artística tenemos que tratar de sobrevivir a base de mantener un círculo de fieles. A través de Internet y las redes sociales podemos sostener ese círculo mínimo de gente que muestra una actitud interesada por la música de creación.

- ¿Se trata entonces de hermanar el arte con el negocio?

- Para mí el trabajo de las canciones, como el trabajo de la interpretación en directo, es un trabajo poético y un trabajo también de reflexión, que implica encontrar ideas y se nutre de la búsqueda de nuevos versos y sonoridades compatibles. Respecto a mi evolución personal, considero que a estas alturas mi carrera debe tender a preocuparse sólo de la creación, de seguir aprendiendo a hacer canciones cada vez mejores y sonar cada vez mejor en directo. Debo tener las ideas claras respecto a lo que significa el hecho de hacer canciones con valor artístico. Tengo que concentrarme en eso, y aunque la evolución de la sociedad española vaya en una dirección en la que sólo es mayoritaria la opción más comercial, yo tendré que ceñirme a mi medio natural.

- ¿Cómo ha cambiado la oferta musical española?

- La sociedad española atravesó un momento en que había mucha originalidad. Luego, algunos artistas con talento dejaron la pelea y abandonaron la iniciativa de la música en manos de la gente de los negocios. Así que la gente de los negocios empezó a dejar de lado a los artistas más interesantes porque, en connivencia con los grandes grupos de la industria, descubrieron que promocionar lo más fácil y vendible creaba fortunas inmensas. Y eso ha sido un tapón muy serio para la cultura musical española. Todavía padecemos las consecuencias y seguiremos padeciéndolas durante largo tiempo porque eso ha educado, o maleducado, a una generación entera.

- Usted fue pionero en España en fusionar el pop rock con otras músicas. ¿Qué queda de esa fusión tras 14 años?

- En realidad toda la música es de fusión. Hasta la música electrónica más contemporánea usa patrones que vienen, si no de James Brown, de mucho antes. No sé qué pasará cuando aumente todavía más la uniformización de los sonidos en todo el planeta, pero por ahora existen todavía infinitas posibilidades de combinación de las diversas tradiciones musicales que siguen sonando por ahí.

- ¿Qué entendemos por uniformización de la música?

- Bueno, los medios de comunicación tienden a imponer unas mismas mercancías con un mismo estilo publicitario. La única manera de contrarrestar eso es ir creando pequeñas unidades de contenido con sustancia, buscando a lo natal salidas de otros lugares. Yo me he ido a Cuba o a Nueva Orleans para buscar mis fuentes de inspiración y hacer música española.

- ¿La solución pasa por combatir la opción comercial?

- No se trata de que no exista la música ligera, pues está bien que la haya. Está bien que sea un extremo del abanico de géneros que va de lo más ligero hasta lo más culto, que exista de todo. El problema surge cuando la música más fácil lo inunda todo y no deja subsistir a las demás. La opción más comercial ocupa los medios y, realmente, los que ocupan los medios son los gestores y los negocios pero no el artista. A veces, cuando hablo con los gestores, alguno me dice: "No, si esto que vendo a mí no me gusta, a mí lo que me gusta es lo que haces tú... pero a ti no te vendo".

- ¿Qué destaca de su relación con la música cubana?

- Me ha quedado una experiencia vital inolvidable. He tenido la suerte de trabajar con los soneros más henchidos de la sustancia de la tradición cubana como Faustino Oramas, Compay Segundo o Pancho Amat, entre otros muchos. Me queda el recuerdo imperecedero y el compromiso de buscar, paso a paso, la fusión natural entre mi aprendizaje de la música callejera, la herencia del blues y el rock, y la música que hacen los negros y mulatos en español. Ese puente existe y una de las tareas de Juan Perro es ponerlo en evidencia.

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