Risto Mejide es un experto en provocar –«La provocación sin inteligencia es estéril», dice– y maneja como pocos los códigos publicitarios y televisivos. Ahora se pasa a la novela con Que la muerte te acompañe (Espasa), una historia de amor, muerte, deseos, frustraciones, éxitos y fracasos. Siempre polémico y sin pelos en la lengua, Risto Mejide (Barcelona, 1974) asegura que con las redes sociales la sociedad ha ganado en transparencia. Uno de sus últimos tuits más comentados decía: «Aún no he visto la portada de Interviú. Me la tapa Terelu»

Es lunes, el PP acaba de arrasar en las elecciones y las bolsas siguen castigando a la economía española. Siendo usted publicista, ¿no cree que ha elegido un mal día para promocionar su novela?

Al revés. Cuanto más evidente se hace todo, más necesitamos soñar y hablar de ficciones. Y más necesario se hace tener una vía de escape. Hoy es un día mejor que nunca.

Pero esta entrevista tiene como último objetivo la venta de su libro...

Vender es algo mucho más prosaico. Los contenidos de la televisión van por ahí. Cuando más jodido está todo, más necesita la gente espectáculo, entretenimiento y que le distraigan de lo que hay.

El domingo le gritaron «tú sí que vales» a Rajoy cuando salió a saludar al balcón de Génova. ¿Qué sintió?

Es lo mejor que te puede pasar en cualquier formato televisivo: que la gente haga suya una frase. Eso es que has calado en la cultura popular. Que le cantaran «tú sí que vales» a alguien como Rajoy me supo mal porque no había un jurado cualificado para ello.

¿Qué opina de la desbandada de anunciantes de La Noria por la presión de los internautas?

Ahí todos pierden. Se crea un desajuste entre lo que la gente está consumiendo y lo que le piden a las marcas. Hay un 16% de espectadores, que es una burrada, que consume La Noria. Si no quieres que La Noria esté en la parrilla, deja de mirarlo. Pero por qué le pides a una marca algo que no estás dispuesto a hacer tú. Es muy hipócrita que los anunciantes tengan que hacer algo que el público no está dispuesto a hacer. La televisión es el medio más democrático que existe. Y el día que no haya público, La Noria desaparecerá. Lo que no entiendo es que haya gente que con una mano esté aplaudiendo que se vayan las marcas y con la otra esté poniendo el programa para ver qué dicen.

¿Pero ve bien que se hagan ese tipo de entrevistas pagadas?

Como publicista no creo que haya bueno ni malo: hay cosas que funcionan y cosas que no. Además, no puedo evaluar el criterio de tres millones de espectadores que le dan su visto bueno a un formato como éste. No soy quién para erigirme en gurú moral de la gente. Y menos de gente adulta.

¿Cree que su fama se debe a que dice lo que piensa sin adornos retóricos?

Me pasa un poco como al recién elegido presidente del Gobierno, el hecho que haya destacado en determinado entorno no es solo mérito mío sino también del entorno.

Eso es como decir: no soy bueno sino que lo de enfrente es peor.

Pues sí.

Qué tristeza...

Qué le vamos a hacer. Es como lo del chiste: ¿hay alguien más?

Con las redes sociales todo el mundo tiene ahora su pequeño pedestal desde el que lanzar ideas, reflexiones y también canalladas. ¿Le damos demasiada importancia al muro de Twitter?

Defiendo mucho a las redes sociales. Cuando un personaje público mete la pata en el muro de Twitter, al final creo que es un ejercicio de transparencia. Lo que ocurría hasta ahora es que esa gente tenía un publicista, un mánager o un agente... Y hasta que llegaba la información a los medios, ésta pasaba una serie de filtros. Ahora tenemos acceso directamente a la persona. Lo que no hay que esperar es que un cantante sea un analista político de la hostia. Oiga, que es un cantante...

¿Y si el que mete la pata es un político?

Ahí me parece mucho más justo. Al cantante le pagan sus fans o los que compren sus discos, pero a un político lo pagamos todos. Que un político quede en evidencia por los que dice en Twitter me parece mucho más justo.

Hay muchas mujeres que le han crucificado por su comentario en Twitter sobre la portada de Terelu en «Interviú».

Me parece muy bien.

¿No lo considera desacertado?

Simplemente dije que estaba delante y que por eso no me dejaba ver la portada. Y con eso no quería decir que era por gorda.

¿No tiene problemas con las mujeres de tallas grandes?

No. Para nada. Si yo te contara... Creo que hay mucha hipocresía en esto. Hace unos años, la marca Dove sacó la campaña mundial Real Beauty. ¿Por qué fue tan encumbrada? Pues porque era diferente. El resto de marcas, cuando sacaban una mujer entrada en carnes no vendían un colín. Y cuando sacaban a una tremendamente esquelética, sí que vendían. Volvemos a la doble moral. Por un lado pedimos que se hable de las mujeres reales y por otro, cuando vemos a una mujer esquelética en un anuncio, compramos ese producto.

¿Qué le parece la publicidad de Benetton, con Benedicto XVI besando al imán de la mezquita Al Azhar de El Cairo? ¿Vale todo en publicidad?

No. En la publicidad tienes que saber a quién debes molestar para ganar notoriedad. Benetton lo ha entendido desde las campañas de los años ochenta hasta ahora. Y ha sido coherente molestando al Vaticano. Benetton utiliza al Vaticano como central de medios. Y encima gratis. Yo, si fuera el Vaticano, le cobraría a Benetton.

¿Por qué ahora una novela?

En realidad, siempre he escrito. Trabajar en publicidad significa escribir para otros. Para mí es un paso natural. No es que de repente haya decidido hacerme escritor. Llevo quince años trabajando de esto. La diferencia es el formato. En televisión hacía lo mismo: yo me escribía todo lo que decía. Nunca he tenido un guionista. Soy responsable de todo lo que he dicho, tanto para lo bueno como para lo malo.