Bruce Springsteen tiene los seguidores más fieles del planeta. Eddie Johanson y Mattias Freeman, dos suecos de la ciudad de Goteborg, acampan desde ayer por la mañana en las puertas del Estadio de Gran Canaria para ver a su ídolo desde la primera fila. No son los únicos dispuestos a cualquier sacrificio para estar cara a cara con el jefe.

Algunos incluso viven entre los isleños, como la lanzaroteña Carmen, que fue a verlo el domingo a Sevilla y a las cinco de la tarde ya estaba en Siete Palmas, con la maleta de viaje, para apuntarse en la lista de los privilegiados, una cortesía del músico de New Jersey hacia sus fans.

Carmen ocupa el noveno puesto de la lista y en algún lugar y momento indeterminado de hoy recibirá una pulsera fluorescente. Ese es el salvoconducto para poder tocar al cantante, o al menos intentarlo. La lanzaroteña verá a Springsteen por octava vez, pero siente una emoción especial de hacerlo en su tierra. "En Sevilla hizo un concierto estupendo, genial, inenarrable; espero que aquí nos dé alguna sorpresa", señaló al llegar a las puertas del estadio. Un poco más, al caer la noche, se presentó Beni Castañares, un grancanario que verá al boss por decimoquinta vez.

También lleva varios días "inquieto", confiesa, porque "una cosa es seguirle por varias ciudades de Estados Unidos y otra es que él te venga a ver casi a tu casa".