La ermita de Juan Grande, en el sur de Gran Canaria, tiene un secreto. El pequeño enclave posee en su interior el primer órgano diseñado y construido por un canario, Enrique Rapisarda. Sus experimentadas manos son capaces de hacer de la ermita un escenario donde la música envuelve de una manera especial, como solo un órgano sabe hacer. Con más de tres metros de alto y aproximadamente 400 kilos en roble macizo, el instrumento se hospeda en su reciente hogar sobre la plataforma de nueva construcción de la iglesia, que alberga en su interior el guiño canario de su creador y más de 300 tubos que dan vida a la música de la primera obra de Rapisarda.

Más de un año de trabajo ha materializado la maqueta y el diseño del grancanario, coronado por la celosía típica del Archipiélago, creada por las manos artesanas del taller de ebanistería de Santa Brígida. Teclado, el secreto o cámara distribuidora de aire y los tubos, componen el todo con el que Rapisarda ha culminado su trabajo como experto de pianos y órganos, su propia obra, que hace vibrar a la ermita con la fuerza de su música.

Casi una vida entre instrumentos, más de 40 años de veteranía, le ha llevado por todo el Archipiélago. La reconstrucción del órgano de la Iglesia del Pino, en la capital grancanaria, le catapultó a otros trabajos en el mantenimiento en conciertos y orquestas como la Filarmónica de Gran Canaria, y de afinador en el Auditorio Alfredo Kraus y el tinerfeño Auditorio Adán Martín, cuna del mayor órgano de las Islas.

"La afinación es solo una parte en la profesión, el técnico debe saber tocar los órganos, repararlos y comprender su funcionamiento", explica, "para construirlo hay que diseñarlo, darle vida a tu propio órgano es la cúspide de un técnico". Las entrañas de su obra conservan la mecánica de siglos de historia, "son las manos las que accionan las varillas y abren las válvulas", ya que aunque la tecnología ha dado la llave para evolucionar hacia grandes órganos con miles de combinaciones musicales diferentes, "este en concreto conserva la sabiduría centenaria del funcionamiento del instrumento". Ser afinador no es trabajo sencillo, "se requiere mucho oído", confiesa Rapisarda, "con él se nace, aunque también se educa". Su talento musical queda demostrado cuando sus dedos se alían con las 54 teclas de madera y hueso del teclado, que producen el mágico sonido embriagador que llena la estancia de una manera armónica "hecha a medida".

Encargo

El órgano, que lleva la insignia de su autor, fue un encargo de la Finca Condal de Juan Grande, fabricado expresamente para el lugar que le da cobijo. "Un órgano más grande no sería adecuado para la ermita, es vital que el instrumento se adecue a la acústica de la estancia, a sus dimensiones", estas características hacen de su obra un producto único, "está hecho pensando en estas cuatro paredes".

La virgen Santa María de Guadalupe es su principal espectadora desde la inauguración de sus notas, hace cerca de 6 meses bajo la maestría del ucraniano Vladimir Kotenko, músico y profesor del Conservatorio de Las Palmas. Desde ese momento, la joya musical de la ermita de Juan Grande ha cobrado el protagonismo que merece, como guardián del edificio en lo alto de la capilla. "Hay un número considerable de órganos en Gran Canaria", apunta el experto, pero "tener uno grancanario es casi un milagro".

Cuando los cinco registros de este primer órgano Rapisarda se entregan a su autor, la música toma un toque "no muy litúrgico", tal y como bromea, para hacer vibrar sus cuatro costados con una melodía con alma de jazz. Mientras el órgano suena, la armónica potencia de sus entrañas envuelve la ermita al ritmo que pretenda el músico a su cargo. Y es que, como señala Rapisarda, el organista, "tiene esa libertad de orquestación que le da las infinitas combinaciones de un gran órgano", por ello este instrumento "es quizás el que acarrea una mayor complejidad a la hora de interpretar", asegura. "El órgano conlleva la complicación del triple pentagrama, mientras en el piano tienes dos, mano izquierda y derecha al mismo tiempo, para el órgano tienes un tercero para el pie, coordinar y combinar los tres hace de composiciones en grandes órganos obras únicas según quien las interprete", comenta Rapisarda, "a mayor tamaño, mas registros y por tanto más complejos". La experiencia del isleño tiene el sello de la formación del genio catalán Albert Blancafort, donde se forjaron las enseñanzas que dieron a luz al órgano grancanario.

"Lo más complejo no es tanto una cosa específica, sino el conjunto en sí mismo", asegura Rapisarda, "armonizar cada parte, ajustar el teclado, crear de las piezas un todo que funcione para el organista". A pesar de su corta vida, sus tubos ya han vibrado con las manos expertas de los mejores profesionales residentes en la Isla. "Todos coinciden en que este órgano es el perfecto para esta ermita", confiesa el grancanario, "lo más importante es encontrar el rendimiento óptimo del instrumento". La combinación de roble, estaño, zinc, hueso y el talento de unas manos expertas hacen de este órgano un instrumento con denominación de origen, con el broche de identidad que le da su ebanistería satauteña. "Este instrumento es para siempre, nos enterrará a todos", asegura, ya que la maestría de su autor asegura que tanto esfuerzo y trabajo, "permanecerá por siglos".