Cuando una exposición reúne la obra de 16 artistas alrededor de una idea es previsible que el resultado sea muy heterogéneo, pero cuando estos creadores pertenecen a culturas diferentes, entonces la variedad del planteamiento artístico ya supone un espectáculo por sí mismo.

Sin embargo, por sorprendente que parezca, esta exposición colectiva ha logrado reunir los puntos en común que todos estos creadores tan diversos tienen acerca del hombre como emigrante y la naturaleza como espacio, por diferentes que sean. Esas son las conexiones que dan título a la exposición, que muy acertadamente están en plural porque inevitablemente son más de una.

Entre la obra de los artista canarios destaca Octavio O’Shanahan, que muestra su faceta escultórica con cuatro sugerentes piezas en bronce y barro, y la pictórica con tres cuadros entre los que sobresale Este-Oeste, que representa una enigmática figura en un umbral. Marisol Manrique también sorprende al tratar de plasmar el mundo a través de los ojos de los insectos y los peces en cuatro originales cuadros.

Entre los artistas árabes hay algunos de la talla de la palestina Sahar Kamhami, profesora de técnica de grabado en una universidad jordana, el grabador jordano Hazem Nimrawi y el iraquí Bashshar Al Kadoum que aporta dos relieves de madera con forma de rostros, pero lo más subrayable es la obra de Suad Hilmi, residente en Estados Unidos, pero perteneciente a la minoría circasiana de Jordania, que muestra esta cultura a través de cuatro piezas de formas geométricas, con pastel sobre papel con fondo dorado. Nimat An-náser, otra jordana, pero árabe, ha realizado cuatro grabados con diferentes técnicas en los que vemos un paisaje de la ciudad de Amman y una danza femenina. Uno de ellos está realizado en colagraf, técnica experimental de grabado que consiste en elaborar una matriz pegando sobre un soporte elementos para ser entintados o estampados.

Maher Tarabelsi muestra dos acrílicos sobre lienzo en los que reconocemos los únicos motivos islámicos de toda la exposición, Maha Mohasen también pinta acrílicos pero esta vez sobre papel, representando paisajes trabajados con una espátula impresionista, y las imágenes más siniestra son las realizadas por Juman an-Nimri cuyos dos grabados muestran niñas sin brazos, a modo de metáfora de la infancia castigada por las guerras y la ocupación israelí de palestina.

Muy interesante es la obra de la artista rusa Irina Naji, residente en la ciudad de Gaza, porque reflexiona sobre la cultura palestina con dos óleos sobre lienzo y el pintor cubano Manuel Lantigua también sorprendió con sus tres cuadros de atmósferas claramente surrealistas entre los que destacó Refugiados con sus atávicas efigies africanas.

El muralista leonés Enrique Linaza, autor de Atlántida, mural pintado en el 93 en el Aeropuerto de Gran Canaria, presentó dos óleos sobre lienzo, uno de ellos figurando un árbol de la vida de colores muy vivos, y Esther Vega reflexionó acerca de la identidad con tres retratos pintados con acrílicos sobre lienzo. En ellos muestra la desestructuración de la realidad, con su estilo ligeramente indigenista con influencias cubistas. Su otra serie titulada Incertidumbre delibera acerca de la inseguridad de los inmigrantes y está realizada con técnicas mixtas a partir de materiales reciclados como latas cartones, estropajos y arena. Algo parecido hace la canaria Irene Guijarro en cuatro maquetas que ella denomina pictomaquetas, realizadas también con técnicas mixtas y materiales reciclados, pero añadiendo fotos antiguas.

Perteneciente a la cultura española y la árabe, Fátima Suleimán aportó cinco acrílicos sobre lienzo y técnicas mixtas que tienen como tema el mar como punto de unión y separación de las culturas. Sus visiones de la arena, en la que hay impresas las huellas de los que van y vienen, suponen un epítome de la exposición, que muestra que a pesar de las diferencias que hay entre estos artistas, les une el hecho de poseer un mismo lenguaje que habla al espectador sin necesidad de palabras.