A Hollywood le gustan mucho las historias de redención, segun- das oportunidades, renacimientos y ajustes de cuentas. Los Globos de Oro que concede la Asociación de Prensa Extranjera no iban a ser menos, como quedó claro en la gala de 73 edición, presentada de nuevo por un Ricky Gervais con una alarmante falta de gracia y veneno y que honró como es debido a Denzel Washington con el premio Cecil B. De Mille por su trayectoria.

El año pasado habían dejado con dos palmos de narices al mexicano Alejandro González Iñárritu y su Birdman, que luego voló alto en los Oscar, así que la ocasión la pintaban calva para resarcirle con una película épica de incuestionable valor estético y rodaje infernal: El renacido, elegida además mejor película dramática. De paso, se hace justicia con un actor excelente que siempre ha tenido en el físico su peor enemigo a la hora de ganarse el respeto generalizado: Leonardo DiCaprio. Tal vez al director no le den otro Oscar tan pronto pero el gran Leo ya puede ir preparando su discurso de agradecimiento: le toca. Y es justo que sea así, aunque sea a costa del impresionante Michael Fassbender de Steve Jobs.

El gran momento cómico de la jornada no lo protagonizó Gervais sino el premio a la mejor comedia que se llevó Marte, uno de los galardones más absurdos de la historia del cine y que obligaría, de cundir al ejemplo, a revisar los géneros cinematográficos, no vaya a ser que no nos hayamos enterado de que Alien, El Padrino o Lo que el viento se llevó fueran comedias porque hay momentos de humor. Marte es una película de aventuras espaciales con mucho drama y pocas sonrisas, pero quién sabe si en Hollywood crece la necesidad de recordar que Ridley Scott, casi octogenario) también lleva muchos años esperando que se acuerden de él en eso de los premios. Para redondear la absurda jugada, Matt Damon fue elegido mejor actor de comedia por su papel marciano.

Nada de puede objetar al premio como mejor actriz de drama a Brie Larson por Room pero con la categoría de comedia vuelve la perplejidad: Jennifer Lawren- ce está espléndida en Joy (de hecho es lo mejor con diferencia) pero ¿eso es una comedia? Kate Winslet, es innecesario decirlo, está perfecta en Steve Jobs, pero es la única que tiene un papel pro- tagonista junto a Fassbender. Pues nada, la premian como actriz secundaria.

Que Sylvester Stallone (con las costuras de la cara tirantes al máximo) gane como secundario por Creed forma parte del guión que más enternece a Hollywood: vuelve a encarnar al Rocky que le encumbró en sus comienzos. También huele a Óscar.

El guión de Aaron Sorkin para Steve Jobs es tan perfecto que era inevitable que se llevara el Glo- bo a casa, seguramente para hacer compañía a otro Óscar más que probable.

Marte no estuvo sola en el apartado de disparates: Writing's on the wall, la peor canción de la historia de la saga de James Bond, y que chirría al comienzo de Spectre, fue la gran triunfadora, una decisión especialmente sangrante si tenemos en cuenta que la mejor banda sonora fue para el venerable Ennio Morricone por Los odiosos ocho, de uno de los grandes olvidados, Quentin Tarantino. No hubo sorpresas en el apartado de película de animación, Del revés, y la húngara El hijo de Saul tiene etiqueta de triunfo allá donde va.

En el segmento de televisión llamó la atención la derrota de Juego de tronos. Se optó por la más audaz Mr. Robot. Jon Hamm seguro que se llevó un sorpresón al ganar por la ya cerrada (y añorada) Mad Men. El palmarés tuvo un sabor latino evidente con las distinciones a Óscar Isaac por la miniserie Show me a hero y Gael García Bernal por la comedia Mozart in the Jungle.