El camaleónico Bowie dejó también su impronta en muchos músicos canarios, seducidos por las imaginativas puestas en escena y las renovaciones sonoras que el británico prodigó en sus años de mayor gloria, cuando las modas del pop saltaban a la comba que él agitaba.

José María Suárez, con una extensa trayectoria, en solitario y como miembro de los míticos Teclados Fritos, se reconoce bowieano por los cuatro costados y destaca la capacidad del Duque Blanco para sobresalir en empresas musicales muy diversas. "Desde que empezó, desde aquel inicial disco doble tocado casi con guitarra española, pasando por la época de los Spiders from Mars y la del disco Low, él fue vanguardia y todos sus discos son joyas en sonido. Luego se comercializó, pero hasta el rollo comercial lo hizo fantásticamente. Para mí fue... es mi ídolo", explica.

A diferencia de otros, Suárez, prefiere valorar la trayectoria de Bowie de forma global, como un continuo, sin destacar unas épocas y descartar otras: "Me gusta todo, desde que lo descubrí no dejé de seguirlo, lo seguí toda mi vida. Me influyó su música y el componente escénico, me afectó siempre, yo lo considero el Shakespeare del pop".

El vocalista Manolo Delgado, integrante de La Nada, evocaba ayer su descubrimiento infantil de la música del Bowie de la era Ziggy Stardust. "Mi hermana la mayor lo escuchaba. Recuerdo el single de Starman, que aún tengo aquí, en aquel momento se quedó grabado en el niño que yo era. Bowie nos marcó a todos, como músico era un referente, pero también por lo estrambóti-co de su estilo a la hora de actuar, esa imagen".

Como muchos, reconoce que perdió interés por la carrera del británico a finales de los setenta, concidiendo con el inicio de un extenso y acusado bajón creativo: "Le pierdes la pista porque te vas por otros derroteros, que en mi caso fueron Depeche Mode, Human League, The Cure o el punk. Pasa el tiempo y te das cuenta que él también tuvo que ver en todo eso". Cree que el gran Bowie muere con el comercial Let's dance, de 1983, "pero en los noventa resurgió, se supo rodear de músicos que eran sus fans, como Placebo y Suede".

Delgado vaticina para el difunto una copiosa producción discográfica post mortem. "Después de romper a finales de los 70 con su manager, fue bastante celoso de lo que hacía, así que los herederos van a tener para comer bastante", finaliza el miembro de La Nada, un grupo que, como reconoció, acusó las influencias de Bowie y Marc Bolan, popes del vivaracho glam rock.

Ginés Cedrés, vocalista de Los Coquillos, se subió a la carrera de Bowie con el estribo que muchos otros aprovecharon para apearse de ella, el polémico Let's dance. "Mis hermanos y yo no éramos muy fans de él, pero entramos en el mundo de Bowie por ese disco producido por Nile Rodgers, porque éramos fans de Chic", recuerda. A su juicio, "tenía discos aburridísimos y otros sorprendentes", y resalta entre los segundos Earthling, una producción de 1997.

Destaca de Bowie su afán de renovación, la voluntad camaleónica que animaba cada nuevo proyecto: "Su manera de cambiar de disco a disco hacía que te quedaras flipado con él, enganchado". Cree ver en la tristeza de los últimos videoclips el mensaje cifrado de su despedida, conocida ahora la grave enfermedad que sesgó su vida. "Ves esos vídeos y te parecen demasiado tristes, ahora te das cuenta de que eran su testamento", añade Cedrés, que ve proyectada la gigantesca influencia de Bowie en mucha de la música posterior. "En ese sentido es una especie de Beatles, pero él solo".

El productor y músico Alejandro Ramos destaca el sentido teatral de Bowie, "uno de los artistas que convirtieron la música en espectáculo, le dio una nueva dimensión", así como la constante búsqueda de nuevas formas: "Su inquietud le lleó a evolucionar y arriesgar en todos los terrenos en los que se metía. No quería ser un músico lineal, quería subir y bajar. Eso es lo importante, aunque algunos piensen que era el look".

La capacidad del británico para extraer lo mejor de sus colaboradores, de vampirizar, en el buen sentido, a aquellos con quienes trabajaba, llevan a Ramos a señalar como un momento especialmente interesanta la trilogía de discos que facturó junto a Brian Eno a finales de los setenta. "Estamos escuchando una música mucho más avanzada, buscando una nueva manera de hacer música, no tener un gran hit sino hacer una gran obra. Son discos hechos de manera nueva y diferente por Bowie, Eno y Robert Fripp.

Finalmente, afirma que David Bowie "envejeció muy bien, como una verdadera superestrella, no se dejó mangonear por cuestiones económicas. Hasta en los últimos discos está experimentando, tratando de dar un paso adelante en su música".