Si Alexis Ravelo hubiese optado por ensanchar su universo negro de antihéroes del lumpen en la telaraña social que los engulle, el autor transitaría por terreno conocido. Y sus lectores lo agradecerían, pero el escritor grancanario, uno de los más queridos y laureados del panorama noir nacional, se reta esta vez con un giro estilístico por los senderos de lo fantástico, lo metaliterario y lo intimista. En La otra vida de Ned Blackbird (Siruela, 2016), que desembarca en las librerías el próximo 25 de febrero, Ravelo descubre al público "una novela de leer hacia dentro, pero con líneas de sombras y silencios que permiten reflexionar y debatir sobre algunos temas universales", apunta el autor.

Su nueva aventura literaria interna a los lectores en un túnel de espejos y tribulaciones creativas a partir de las vivencias de un profesor universitario de Filosofía, que se instala en un viejo apartamento y comienza a ahondar, poco a poco, en la vida de su anterior inquilina fallecida. "En esta novela he volcado el estilo que suelo trabajar más en mis cuentos literarios", explica Ravelo. "Entiendo que la novela negra debe ser realista y fijarse mucho en la cotidianeidad, mientras que el cuento suele pedirme que trabaje desde el género fantástico, buscando lo excepcional y lo mágico dentro de la realidad", sostiene. "Como decía Alfred Jarry, muchas veces sabemos más de la realidad por sus excepciones que por sus reglas, y esta novela se inscribe en esa tendencia de mis cuentos a que sucedan hechos prodigiosos a personas absolutamente normales".

Estilo

Con este punto de partida, Ravelo trenza los escenarios de La otra vida de Ned Blackbird en un ejercicio estilístico "que es un juego de muñecas rusas, con varias historias contenidas dentro de otras y que se entremezclan en muy pocas páginas, porque esta es una novela de 180 páginas que intenta trabajar más con la profundidad que con la extensión". "Lo que sucede es que en esta ocasión se tratan de partida muchos temas, como un amor imposible, la creación artística o lo fantástico, que van encajando en la novela y que, por eso, resulta difícil de encasillar en un género", señala el autor, quien destaca que "esta no es ni una novela negra ni una novela de terror, aunque sí hay pasajes que crean cierta incomodidad". "Pero entiendo que, además, es una novela amena, que se lee muy rápido y donde la intriga novelesca funciona muy bien".

En este sentido, Ravelo escoge un marco narrativo que rinde homenaje "a textos expresionistas que me gustan mucho, como El Golem, de Gustav Meyrink o El quimérico inquilino, de Roland Topor". "Ambas son novelas muy claustrofóbicas en las que los elementos fantásticos se mezclan con la realidad y donde se llega un poco hasta el escalofrío", señala.

Y por último, como licencia, su nuevo protagonista brinda al autor la posibilidad de abordar algunas lecturas filosóficas que ya respiraban en la entrelínea de novelas anteriores, pero que en La otra vida de Ned Blackbird puede incardinar "con cierta naturalidad", como algunas reflexiones en torno a la identidad o el proceso creativo. "Me interesaba tratar hasta qué punto somos conscientes de nosotros mismos y de quiénes somos; si somos lo que realmente somos o lo que los demás creen que somos", apunta. "Aparte de eso, hay todo un discurso sobre la creación literaria y sobre el creador artístico que se va formando y descubriendo a sí mismo en cuanto tal".

Con estas premisas literarias, los seguidores de las peripecias de Eladio Monroy o Tito El Palmera por las aristas de Gran Canaria reconocerán en esta nueva entrega "la mala leche, el humor, la rapidez y la precisión arquitectónica" que recorren las novelas de Ravelo. "La novela negra es una buena escuela, porque escribiendo novela negra aprendes a que todo tenga su densidad, su consistencia, y a que las estructuras argumentales sean sólidas", afirma el autor, quien cocinó esta novela a fuego lento desde hace más de cinco años. "Pero en aquel tiempo, tocaba dedicarse a otras cosas", afirma. "Ahora, espero que mis lectores también reconozcan al Alexis Ravelo que nunca es el mismo Alexis Ravelo, porque una de mis constantes de estilo es romper con un único estilo y tratar de hacer cosas nuevas y distintas, porque, para mí, la literatura siempre es un aprendizaje constante".

Cine y talleres

Después de ingresar en los ránkings de las mejores novelas negras de 2015 con Las flores no sangran (Alrevés Editorial), Ravelo ha querido aparcar este año el género negro, "pero sólo en doble fila", bromea el autor. Precisamente, esta semana participa en la segunda edición de Pamplona negra, que se desarrolla bajo el epígrafe Rock, Food & Noir. Ravelo impartió ayer el taller intensivo de novela negra La tinta y la pólvora, donde introdujo "algunas claves para trabajar en la escritura del género desde la primera piedra de toque de la historia hasta el punto final de la composición de la novela", relata.

Y a pocos escapa que este verano comienza a filmarse la adaptación cinematográfica de su novela La estrategia del pequinés (Alrevés), Premio Hammett 2013, de la mano del cineasta grancanario Elio Quiroga. Ambos creadores protagonizan esta tarde un Diálogo Noir en Pamplona negra, "donde imagino que hablaremos de lo horribles que podemos ser los escritores cuando alguien adapta nuestra novela", bromea Ravelo. "Entiendo que, si he cedido los derechos de mi obra, una vez que la adapta Elio, ya no es mi historia, sino la suya", afirma. "Pensar lo contrario sería una pedantería y, por mi parte, espero que trabaje en la adaptación desde la total libertad".