Honradez, honestidad y humildad. Son tres de los inquebrantables valores de Guillermo de Jorge (Santa Cruz de Tenerife, 1976), sargento de Infantería del Ejército español y apasionado poeta. Este tinerfeño, de padre sierraleonés y madre canaria, acaba de publicar Afganistán: Diario de un soldado (Playa de Ákaba), un poemario de 200 páginas que recopila los versos que cada día escribía tras las duras jornadas en esta zona de conflicto, donde estuvo destinado en el invierno de 2011 y hasta 2012.

"Aquí la vida vale menos que la arena", reza uno de los poemas del suboficial del Ejército de Tierra, de 41 años, con vivienda en Granadilla de Abona. Este escritor, que ha publicado una docena de libros, describe sin tapujos su desgarrador testimonio desarrollando una profesión que adora pero en la que hay que ser muy fuerte. La muerte estaba a la orden del día y hasta en esas situaciones De Jorge se sincera con el lector, como cuando perdió la vida en combate el sargento primero Joaquín Moya. "Supe del silencio cuando, el día más inesperado, nos cosieron a balazos", describe el tinerfeño en el poema que le dedica a su compañero caído.

"La idea del diario era mantener la frescura de haberlo escrito in situ y dar la fuerza en la palabra y la realidad que vivía", comenta De Jorge, a quien le pesaba la responsabilidad porque "tenía que respetar la labor de los que están y de los que ya no están".

Cuenta el tinerfeño, casado y padre de tres hijos, que para los militares "todos lo días son lunes". Por eso, el momento para escribir solo llegaba al final de la jornada, "el único tiempo de intimidad que tenemos", que es cuando comienza el aseo y solo lavarse los dientes es un gesto de mimo personal. "Es cuando te reconstruyes de nuevo como persona, recapitulas lo vivido y yo aprovechaba para escribir porque nunca sabes cuándo volverás a tener tiempo libre", recuerda De Jorge, actualmente destinado en la Península por razones laborales. "Es una intimidad colectiva implícita e intocable que se da en el Ejército porque tu pelotón, esas nueve personas, forman una familia", afirma.

El exitoso escritor Lorenzo de Silva es el autor del prólogo de Afganistán: Diario de un soldado. El Premio Planeta adelanta que "leyendo este diario de combate sabrá el lector cómo viven y cómo son los soldados que cumplen su misión en zona de operaciones". "De la mano del poeta, percibirá las sensaciones traspasándole la piel; paladeará el polvo, tocará el metal, sentirá el calor, el frío del miedo y los arrebatos del valor que lo conjura", continúa el escritor español, para terminar asegurando que "es lo que tiene la poesía cuando brota de donde debe y como debe: la capacidad de transmitir la hondura de los seres y los hechos".

Silva, que conoció en 2002 a De Jorge cuando lo invitaron a una Brigada, no solo se ha comprometido con el tinerfeño para el prólogo, sino que además este cuaderno de combate aparece reseñado y citado en su última novela, Música para feos, en la que De Jorge forma parte de la trama a través de un personaje, Jaime, e incluso se recogen sus vivencias y reproducen algunos versos del recién publicado poemario, que tantas editoriales rechazaron. Silva tiene muy buenas palabras para De Jorge, cuyos poemas para él demuestran "que la pluma no se halla en absoluto reñida con la espada".

De Jorge esta unión del Ejército y las Letras es normal y de hecho sentía ambas vocaciones desde muy pequeño. "Creo que el ser humano vive en una continua contradicción", afirma el militar, para el cual su situación es la ideal. "Siempre quise formar parte de la Milicia ya que en ella había una serie de principios y valores que coincidían conmigo y la literatura en sí es un oficio idealizado y en realidad tienen más cosas en común de las que parece", opina el autor, quien sostiene que "el escritor y el poeta es una persona idealista, utópica, y los militares también los somos".

Un referente histórico importante y que De Jorge no olvida en señalar es "la tradición de los soldados poeta como Cervantes en la literatura castellana, inglesa, francesa y norteamericana". "Realmente siempre ha sido un modo de vida muy común, lo que pasa es que por determinadas circunstancias ha habido un vacío en el último siglo pero yo no estoy inventando nada nuevo, sigo una tradición", afirma.

Supervivencia

El tinerfeño cuenta que comenzó en la poesía como "acto de supervivencia". Y es que su juventud no fue fácil. De familia humilde, con el color de piel heredado de su padre y viviendo en un barrio obrero como es Taco pasó por momentos muy duros. Empezó a escribir con 19 años "para superar las circunstancias que vivía, utilizando la poesía para luchar en contra de todo eso que me rodeaban, incluyendo pertenecer a un estatus social muy vulnerable por ser de las primeras generaciones de hijos de inmigrantes". "La literatura me sirvió para salvarme, para salir de las calles", confiesa.

Los primeros libros que llegaron a sus manos, gracias a su madre, fueron precisamente sobre los poetas de la posguerra. A partir de entonces continuó con los poetas soldado como Quevedo, la literatura del Siglo de Oro y poetas actuales.

De Jorge comenzó a cursar en la Universidad de La Laguna estudios de Filología Inglesa pero tuvo que dejarlos "porque tenía que dar de comer a una niña". La vida obligó al joven universitario a "dejar las utopías a un lado y ser un poco práctico". Fue entonces cuando el Ejército se convirtió en la mejor opción. "La carrera militar me venía bastante bien porque podía compaginar mis ganas de seguir creciendo a nivel personal y académico y tener un trabajo con una serie de valores implícitos", explica.

Su ingreso en el Ejército, en 1997, fue de nuevo fruto de un esfuerzo pero estaba acostumbrado. "A mí no me lo pusieron fácil: mi madre se quedó sola con dos niños porque mi madre falleció y tienes que ganarte las cosas", recuerda el poeta, que trabajaba y estudiaba.

También fue difícil continuar creciendo como autor, ya que "en aquella época, a finales de los 90, era mucho más complicado publicar y la única manera era ganando premios pequeños y con el dinero ahorrar para después publicar". Así sacó su primer libro, se pagó las clases de conducción y hasta le daba para subsistir.

La primera misión, destinado a Irak, le marcó. "Solo el hecho de viajar de Canarias a la Península solo con mi mujer con 19 años y yo con 24 ya fue un salto grandísimo", recuerda el sargento que ha estado en una decena de países. "Cuando vas a un país con una cultura, problemas y necesidades diferentes y antagónicos a los tuyos te das cuenta de la suerte que tienes y de las situaciones donde puedes comprometerte y ayudar de forma activa", afirma el ahora diplomado Superior de Montaña por la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales del Ejército de Tierra, uno de los cursos más duros de esta academia. "Me cogió muy joven y sin madurar pero me hizo crecer", concluye del paso por Irak.

La familia es para De Jorge un "pilar fundamental" y considera que las mujeres de los militares son también héroes "porque se quedan en casa con otro tipo de misión". "Hay que ser muy fuerte, esa es la otra vida del militar que no se ve tanto", sentencia.

Es una situación que el poeta, que siempre ha tenido el apoyo de la Institución Militar como artista, vive con honestidad. Este militar con alma de filántropo cree que "lo que hace grande a una persona es la capacidad empática, de generosidad hacia los demás, que es el mayor acto de humanidad y que no tiene nada que ver con la misericordia ni la compasión".

Aunque De Jorge llegó a Afganistán con más experiencia, siguió viviendo los malos tragos con "dureza y aspereza" pero se dijo a sí mismo que "pasara lo que pasara y viese lo que viese, volvería siento el mismo".