Las historias de superación de cientos de mujeres congoleñas que sufren las más atroces violaciones y vejaciones en la República Democrática del Congo (RDC) constituyen el hilo narrativo de la doble exposición fotográfica que inaugura esta noche Casa África.

Bajo el título Mujeres del Congo, las fotógrafas españolas Isabel Muñoz y Concha Casajús retratan los rostros de una "guerra encubierta", que se desarrolla desde hace décadas en una tierra que desborda riquezas minerales como el oro, los diamantes o el coltán, pero que, a su vez, vive sumida en una gran miseria, violencia y conflicto perpetuos por el control de estos minerales. "La manera de someter a la ciudadanía y evitar una sublevación es el terror, con violaciones sistemáticas, torturas y asesinatos como arma de guerra", señala Casajús, quien afirma que más de 40.000 mujeres congoleñas al año son víctimas de violaciones.

Mujeres del Congo nace con vocación de denunciar una realidad silenciada, que forma parte de la cotidianidad de la RDC, pero desde un "enfoque positivo", que preste voz "a ese colectivo de mujeres valientes que ha conseguido sobrevivir, romper el silencio y unirse para salir adelante con dignidad y abriendo un camino de denuncia", afirman las autoras. Su trabajo fotográfico sobre el terreno se hace posible de la mano de la periodista y activista congoleña Caddy Adzuba, Príncipe de Asturias de la Concordia 2014, a quien ambas conocieron en Kinshasha y quien les reveló que, hasta la fecha, ningún fotógrafo se había acercado a la zona. "En ese mismo momento, nos comprometimos a ir", afirma Muñoz, quien recuerda la labor de Adzuba en Radio Okapi, una emisora local donde la activista unió a numerosas mujeres para que rompiesen con el estigma, compartiesen sus vivencias y unieran fuerzas para emprender una nueva vida. El mismo espíritu que recorre la muestra de Casa África.

Las series fotográficas de Mujeres del Congo se reparten en dos salas: El camino a la esperanza, de Isabel Muñoz, y Mujeres que rompieron el silencio, de Concha Casajús. Dos perspectivas y estilos diferentes pero con un nexo común, que clama contra la violencia sexual como arma de guerra a través de los relatos de sus sobrevivientes. Mujeres y niñas que han sufrido las agresiones sexuales más crueles, que han perdido a todos sus seres queridos, que han quedado enfermas de manera permanente por la destrucción de su aparato reproductivo, y desplazadas por ello de la sociedad, pero que han salido adelante, han luchado contra su condición de víctimas y se han convertido en activistas por sus derechos. Algunas incluso han podido acceder a un programa de microcréditos, como ilustra Muñoz, que les permite acceder a una pequeña economía para sacar adelante a sus familias. "Son mujeres heroínas, porque realmente son unas mujeres muy valientes que nos dan un ejemplo de superación impresionante", afirma Casajús. La fotógrafa destaca que "hay que entender que la zona donde se desarrollan estos acontecimientos, en el este del Congo, es una zona con unos intereses internacionales tremendos, con cuatro ejércitos que luchan entre sí y donde la violación de mujeres sirve para aterrorizar a la población". "Por eso, la violación de mujeres no es una violación normal, sino que es una violación que conlleva la destrucción del aparato genital femenino", explica. "Una mujer que sufre esto en África queda totalmente excluida de la sociedad, porque su valor como mujer se basa ante todo en tener hijos, así que ser víctimas de violaciones de este tipo es una vergüenza".

Junto a su vocación de denuncia y de visibilización, Mujeres del Congo es también "una llamada a la comunidad internacional". "A que los gobiernos y organismos de todo el mundo se den cuenta de la necesidad de apoyar al Gobierno congoleño para conseguir la pacificación de estas zonas, donde la violencia sexual contra mujeres, niños y niñas es algo diario y donde, sin esa paz, el cuerpo de la mujer seguirá utilizándose como campo de batalla", manifiesta Muñoz, quien recuerda que "nuestra única forma para denunciar y para que las cosas cambien, tanto en el Congo como en muchos otros países, es a través de la cultura, por un lado; y de la prisión internacional, por otro".

Ambas autoras recuerdan que el próximo noviembre se celebran elecciones en la RDC y puede originarse "un gran desasosiego". "Es posible que las elecciones se lleven por delante la presencia de los cascos azules, que son los que contienen muy ligeramente las agresiones", señala Casajús. "La intervención internacional es urgente, porque las violaciones continúan y continúan", añade. "En estos momentos, están pasando".