"Viví en los Balcanes, en Turquía y en el Cáucaso. Mi trabajo se centra en la yuxtaposición entre la crónica y la ficción, en explorar ideas sobre los conceptos de frontera, tierra, memoria, deseo, identidad e historia. Me interesa cómo se cuenta la historia y nociones como la periferia y el límite. Para mí la fotografía es un proceso de alfabetización, un viaje hacia el entendimiento". Así se presenta Vanessa Winship, una de las fotógrafas más reconocidas del panorama internacional y ganadora de distinciones como World Press Photo, Descubrimientos de PhotoEspaña o Henri Cartier-Bresson, cuya obra se muestra desde esta tarde -desde las 20.30 horas- en La Regenta, en una restrospectiva elaborada por la Fundación Mapfre.

Ayer, al ver casi toda su carrera profesional resumida en las 180 imágenes en blanco y negro que muestra La Regenta, la fotógrafa, que se convirtió en 2011 en la primera mujer ganadora del prestigioso Premio Henri Cartier-Bresson, reconoció una extraña sensación. "Supongo que, de alguna manera nunca admití lo que hacía como una carrera profesional. Era algo que hacía. Nada más. Hasta que supongo que en algún momento se convirtió en carrera".

Nacida en 1960 en la pequeña localidad de Barton-upton-Humber, en la costa oriental de Inglaterra, Winship destaca una primera influencia paterna y las ganas de salir de un lugar, "en el que no existe ninguna motivación salvo las ganas de escapar", y conocer mundo. Heredé de mi padre la voluntad de ver más allá del pequeño río que baña este pequeño pueblo", expuso ayer. "Sabía que existía algo más y quería conocerlo", añadió.

Así comenzó la carrera de Vanessa Winship, una fotógrafa que se caracteriza por abordar los conceptos fronterizos de la existencia humana, entendido no solo desde el punto de vista de la geoestrategia política sino en el sentido más amplió: el del cruce entre culturas, civilizaciones y tradiciones; el de la impronta de unas vidas marcadas por los movimientos de integración y desintegración; la volubilidad de la frontera y la reafirmación de la identidad. "La vida se compone de muchas capas de una misma realidad", explica la artista. "No se trata solo de política, cultura, economía; de esto o aquello. No. La persona es un todo formado por distintas capas y la materia que las une. Por eso, si la cuestión política es un tema central, lo mío es un arte que se interesa por la persona en su contexto político y los vínculos que tienen con su tierra", explicó, antes de señalar que le interesan las "complicaciones de la vida en torno a esas fronteras que forman la periferia de la civilización".

La exposición se presenta al espectador dividida en series temáticas y un orden cronológico que arranca en 1999 con una incursión por el conflicto bélico de la exYugoslavia y un recorrido por Albania, Serbia, Kosovo y Atenas que llega a 2003. Destaca en la misma la tragedia del éxodo de refugiados albanokosovares desde Serbia hacia países vecinos.

Vanessa Winship se trasladó a la zona del Mar Negro en 2002. Viajó por Turquía, Georgia, Rusia, Ucrania, Rumanía y Bulgaria, para crear una de sus etapas más conocidas y que ha reunido ahora con el título Mar Negro: Entre la crónica y la ficción. Su trabajo se centra en lo que permanece y sobrevive al devenir político: los rituales colectivos, los medios de transporte, las zonas de ocio y el tránsito de seres humanos en torno a las costas.

El siguiente proyecto, Sweet Nothings (la nada dulce) realizado en 2007, se centra en retratos, casi en serie, a niñas escolares y uniformadas de la zona rural de Turquía en su frontera con Georgia, Armenia, Azerbaiyán e Irán. "También me interesan las fronteras de la psicología humana, como la transformación de la niña que se convierte en mujer. Es algo muy complejo y hermoso para mí", valoró.

El recorrido continúa con una exploración de los rostros de Georgia, entre 2008 y 2010. Tras esto, el viaje de Winship dio un giro para llevarla a Estados Unidos. Su trabajo, Ella baila en Jackson, le hizo merecedora del Cartier-Bresson 2011.

Un año antes, había explorado la realidad de su propia identidad con un viaje a su tierra natal, localizada en el estuario del río Humber. El paisaje gana presencia antes de culminar en su obra más reciente: Almería: donde encontraron el oro. La ausencia de vida humana centra esta serie, que se expande con Campos de Níjar donde explora su realidad geológica, el desarraigo y una historia desigual y accidentada.

La artista extrae una conclusión tras su periplo vital y tras conocer el ser humano en su esencia universal. "Hay muchas más cosas que nos unen de las que nos separan", aseguró parafraseando intencionadamente a la diputada laborista Jo Cox, asesinada por la ultraderecha británica una semana antes del referéndum de escisión de la Unión Europea. "Es verdad. Siento que todos compartimos los mismos deseos para nuestras familias, amigos y vecinos. En realidad estamos todos unidos".

Tras cinco años viviendo en Turquía, Winship vaticina que se presentan tiempos difíciles tras el intento frustrado de golpe de Estado y las purgas de Erdogan. "Sinceramente, desearía que las fronteras dejaran de existir", concluyó.