La bailaora Eva Yerbabuena mostró ayer su buen hacer a las cerca de 2.000 personas que se acercaron a disfrutar del espectáculo Carne y hueso en la plaza de Santa Ana. Acompañada por el guitarrista Paco Jarana, que es también el autor de la música, Yerbabuena se reencontró con la energía primigenia de la que se nutre su arte, el flamenco, manantial del que bebe su mejor talento y al que volvió ayer.

Carne y hueso forma parte de la programación del 20º Festival de Teatro Música y Danza Temudas Fest, que se viene programando estas semanas. El espectáculo, creado ex profeso para este certamen, carece de un guión rígido, lo que permitió a la bailaora explayarse en pasajes improvisatorios. Fue casi una hora y media en la que música, cante y baile fueron dibujando una trayectoria jalonada por los diferentes palos: seguirillas, soleá, tango, tarantas, tangos. El elenco, sin sujeción a un esqueleto narrativo que vertebrara la propuesta, se dejó hacer por el embrujo de la música y convocó a ese duende que habita el mejor flamenco.

Junto a Yerbabuena y Jarana, formaron parte de Carne y hueso los cantaores Alfredo Tejada y José Valencia, el percusionista Antonio Coronel y un cuerpo de seis bailarines. Aunque el espectáculo recoge varios números que ya son fijos en su repertorio, las coreografías son nuevas. Una de las presentaciones sí es totalmente nueva, estreno absoluto de este show.

La seguirilla De la Cava y la taranta de Lluvia fueron buenas muestras de una artista explorando con soltura el lenguaje que mejor conoce, tanteando sus límites y las posibilidades de rebasarlos. El elenco de anoche, bien versado no sólo en el arte flamenco sino también en presentaciones masivas al aire libre como la de anoche, cocinó un espectáculo que visualmente pudiera llegar hasta las últimas filas, con una energía que trató de proyectarse hacia todo el público.

La música de Jarana, concebida para "dejarse llevar", según explicaba el día antes el músico, descansa buena parte de su fuerza sobre el cante. Las voces de los cantaores más que colchones para el trabajo de Yerbabuena están pensadas como verdaderos resonadores que golpean en el interior de la bailaora para extraer de ella lo más recóndito y expresivo de su arte.

Fue también, en última instancia, una clase magistral, porque toda propuesta flamenca se reviste, en estas tierras desacostumbradas a esa música, de un carácter didáctico. Los canarios no están tan familiarizados con esta música como sí lo están en otras geografías, pero actuaciones como la de ayer tienen muchos ingredientes para crear aquí también afición.