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Crítica Teatro ('La mentira')

¿Algo que ocultar?

Todos nos hemos planteado al menos una vez en la vida si se debe decir siempre la verdad por muy incómoda que sea. Pero este debate se complica aún más cuando los destinatarios de la expresión veraz son los amigos o la pareja. ¿Es bueno que un matrimonio no guarde secretos entre ellos, o está justificado mentir a quienes queremos para evitar herirlos? ¿La mentira es clave para la convivencia o está sobrevalorada? ¿Acaso es cómo dice uno de los personajes una prueba de amor? Algunas de las diferentes respuestas a estas complejas reflexiones se encuentran en La mentira, una comedia del joven novelista y dramaturgo francés Florian Zeller versionada y dirigida por Claudio Tolcachir.

La obra comienza con una pareja que espera en su domicilio a otra a la que han invitado a cenar, la acción es algo vertiginosa al principio, y poco a poco se va ralentizando, pero como el diálogo sigue siendo ingenioso y fluido no llega a perder el ritmo en ningún momento.

Poco después de empezar comprobamos que el argumento no posee un tono moralizante, de tal modo que tras caer el telón no salimos del teatro con un mensaje o una enseñanza, sólo habremos asistido a un instante de verdad prístina, escudriñado en el salón de un domicilio conyugal, pero a pesar de esta peripecia argumental tenemos la ligera impresión de que lo que se desarrolla sobre el escenario lo hemos visto antes. Según avanza la acción comprobamos que esta obra teatral pertenece a ese innominado género de comedia ligera que tiene como personajes a parejas al borde de la ruptura. De hecho el argumento y el número de actores recuerda a los de Un dios salvaje, con la evidente diferencia de que esta obra de Yasmina Reza, francesa como Zeller, es una comedia negra -llevada al cine por Roman Polanski-.

A ello hay que añadir que por mucho que se le ponga la etiqueta de comedia inteligente, a pesar de que el argumento hace pensar al espectador y logra ponerlo en lugar del otro la acción es algo simple, porque da vueltas alrededor del mismo tema una y otra vez. En esos giros Carlos Hipólito es quien lleva el peso de la acción junto a Natalia Millán a los que se suman un versátil Armando del Río junto a la grancanaria Mapi Sagaseta, que aparece como un adorno en toda la historia.

Al final resulta que todos tenían razón y estaban equivocados, la verdad y la mentira van de la mano, lo cual tiene mucho mérito, porque pocas obras consiguen transmitir esa sensación, lo que convierte a La mentira en una obra que supera cualquier maniqueísmo para conseguir eliminar algunos prejuicios, pero no todos, porque vemos que los hombres mienten peor que las mujeres.

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