La novela popular española vivió su edad de oro a finales de los años 50 y principios de los 60 cuando existía una brillante cantera de autores que satisfacían las ansias de aventuras de los lectores de un país en el que la novela competía con la tele, la radio y el cine como el ocio favorito de sus habitantes.

En este contexto surgieron cientos de colecciones sobre temática de todo tipo, ya sea la de capa y espada, la bélica, la romántica, y, por su puesto, la ciencia ficción. Y en este último apartado adquirió un gran prestigio la Editorial Valenciana que publicaba la serie titulada Los luchadores del espacio con ediciones que por entonces costaban tan sólo cinco pesetas, y en la que participaron multitud de escritores siempre bajo un pseudónimo, con una calidad que, algunas veces, no tenían nada que envidiar a los grandes y reputados nombres.

Pues bien uno de ellos era un autor de origen peninsular, pero establecido en las Islas. Se trataba de Miguel Buigues Gómez, nacido en Alorno, en Huelva, en marzo de 1915, que vivió el inicio de la guerra civil mientras hacía la mili en Sevilla con 21 años y que combatió en el bando nacional. Miguel Buigues siguió en el ejército, estuvo destinado en la División Azul y se retiró de brigada. Posteriormente se establecería en Gran Canaria donde murió en marzo de 1995.

Las inquietudes culturales del ex militar le llevarían a crear durante su vida en la Isla textos de poesía, pintar, tallar escultura y también escribir novelas. Una de ellas, precisamente, fue publicada en la citada serie Los luchadores del espacio aunque bajo el pseudónimo de Ray Kualiter en el año 1961.

La obra en cuestión, que se titulada Bloqueo en el espacio y se editó como el número 180 de dicha colección, vuelva a la actualidad porque el hijo del autor, José Ramón Buigues, jefe de talleres jubilado de LA PROVINCIA / DLP, descubrió su existencia recientemente. "Mi padre era un hombre muy reservado", reconoce. "Y sabíamos que le habían publicado algo, pero no ha sido hasta ahora que hemos dado con la novela", añade. José Ramón Buigues reconoce que "no teníamos ni idea, que le gustara la ciencia-ficción. Busqué por internet y lo encontré con el seudónimo de Ray Kualiter. El libro lo tenía un coleccionista, me puse en contacto con él y se ofreció a escaneármelo a cambio de información para su biografía, porque no quería desprenderse de él".

Sin embargo, poco después, José Ramón da con un ejemplar a la venta por otro coleccionista y que es el que posee en estos momentos. Sea como fuera, la novela aborda una situación límite. El planeta Tierra tiene los días contados y la humanidad debe de abandonarlo inmediatamente. Pero las continuas y poco fructíferas exploraciones hacia galaxias cercanas para encontrar un destino que permita a los humanos desarrollar su civilización muestran un futuro poco halagüeño. En medio de todo esto, una de esas incursiones no regresa y tampoco responde a las señales terrícolas. Por este motivo, se prepara otra patrulla para investigar lo que ha pasado, pero en una de esas naves se cuela de polizón la hija del comandante de la anterior expedición. Posteriormente, los exploradores se verán frenados por una fuerza superior que ignoran de donde proviene y que los atrae hacia un planeta habitado en el que se producirá la lucha entre humanos y extraterrestres. En este punto, el hijo del autor señala que "me ha impresionado mucho el lenguaje que emplea mi padre para la época, con mandos a distancias, pistolas que desintegran, etc."

Lo cierto es que se trata de una novela de lectura ágil, entretenida y hasta divulgativa que se desarrolla en el año 2.700. El protagonista, en las primeras páginas, contempla desde un sistema de asteroides artificial la capital de la Unión Americana, Andilandia, completamente destruida. Únicamente las palabras del doctor Ralkun, con su incombustible optimismo, logra insuflarle algo de ánimo y la posibilidad de descubrir ese tan ansiado planeta. La intriga va creciendo hasta que la obra se desarrolla por lo cauces más clásicos de la ciencia ficción.

La colección Luchadores del espacio alcanzó los diez años de vida, entendiendo sus 234 números desde finales de 1953 hasta la primavera de 1963 con un total de 27 autores. El estallido de la II guerra Mundial y la dificultad de adquirir derechos en el extranjero fueron cruciales para que adquiriese la condición española, aunque los autores tuvieran que escribir bajo un pseudónimo que les hicieran ser percibidos como anglosajones.

Algunos de los que publicaron en ella fueron Pascual Enguídanos que aparece como George H. White, José Luis Benet con el nombre de Joe Bennett o José Caballer como Larry Winters. La serie se convirtió en la más reputadas de cuantas se consagraron al género de anticipación y fue popular en todos los sentidos: tanto por corresponder a lo que podría llamarse Serie B o literatura pulp como por la gran popularidad de la que gozó entre los fans del género. Y es que estas novelitas, denostadas por algunos, despreciadas por muchos y leídas por casi todos los aficionados a la ciencia ficción, pueden enorgullecerse de haber sido precursoras de otras colecciones especializadas en el género que se han publicado posteriormente.