El papel que le tocó desempeñar a René Clair (París, 1898/ idem 1981) en el cine galo desde su puesta de largo en 1923 con París dormido ou le rayon diabolique (Paris qui dort) fue el de una figura visionaria, moderna e innovadora que supo conectar abiertamente con las primeras vanguardias artísticas europeas, generando obras de inequívoco calado surrealista, como Entr'acte (1924), con argumento y guion del gran pintor cubista Francis Picabia; Le voyage imaginaire (1925), Un sombrero de paja de Italia ( Un chapeau de paille d´Italia, 1927), Bajo los techos de París ( Sous les tois de Paris, 1930), en la que tuvo a Marcel Carné y Georges Lacombe como ayudantes de dirección, o ¡Viva la libertad! ( A nous la liberte!, 1931), paradigmas todas de un cine de expresión libre, imaginativo, engagé y formalmente rompedor con el que Clair se convertía en un observador especialmente agudo y reflexivo de su tiempo.

En 1934, con los totalitarismos cociéndose a fuego lento en los fogones de la política internacional, Clair escribe y dirige para la Paté-Natan El último millonario (Le dernier millardaire), una farsa antifascista provista de potentes cargas de profundidad, irónica, caricaturesca e iconoclasta acerca de un pequeño reino imaginario, Casinario, cuyos mandatarios intentan, a toda costa, frenar la bancarrota a la que se precipita el país con el santo remedio que les puede proporcionar un ciudadano excepcional que ha hecho fortuna en América.

La solución pasa por volver al viejo y atrabiliario sistema del trueque con el que se desenvolvían diariamente las sociedades primitivas. Así, una de las secuencias memorables del filme, escrita por Clair en una larga noche de insomnio, según asegura en sus memorias, corresponde al pago de una consumición en un café; el cliente entrega una gallina, y las vueltas las recibe en forma de dos pollitos y un huevo que deja como propina. Aunque con el transcurso del tiempo la película fue adquiriendo un gran peso específico entre los sectores más vanguardistas de la cultura francesa, su carrera comercial arrancó no obstante con escasas expectativas de éxito, lastrada, principalmente, por una fuerte campaña de intoxicación informativa que logró noquearla virtualmente en las taquillas nacionales.

Con fotografía de Rudolph Maté, y con un presupuesto más bien escaso para la época, El último millonario constituye una de las primeras avanzadillas en el ámbito cinematográfico de la izquierda francesa, de la que Clair siempre fue una de las personalidades más respetadas, ante el avance imparable del totalitarismo en la Europa de aquellos años tras la victoria de Adolph Hitler en los comicios nacionales de enero de 1933 y la marcha sobre Roma con la que Mussolini legitimó su poder soberano sobre todos los italianos, nueve años antes. La película, que se presentó en París en febrero de 1935, desató de inmediato las iras de la extrema derecha, profiriendo contra ella infundios tan infames como que la cinta, que produjo la Pathé, había estado financiada por orden directa del mismísimo Stalin o que "Clair es solo un abyecto bolchevique que quiere convertir nuestra patria en otra Unión Soviética" (sic).