Son sus primeros contoneos con la marea. Las olas no perdonan y los revolcones entre la espuma son parte del aprendizaje. Las tablas tampoco ayudan mucho al principio, se mueven traviesas y se resisten a mantenerlos a flote. Pero cuando menos se lo esperan se produce el milagro y se deslizan sobre la ola, como si fuera lo más fácil del mundo.

En la escuela Gran Canaria Surf School conocen a la perfección este proceso. Expertos en oleaje, saben muy bien cómo hacerse cómplices de la marea para conseguir que los cientos de niños que pasan por sus manos experimenten el gustazo de encaramarse sobre la tabla. Desde que se puso en marcha la escuela, en 2006, Juan Padrón, su coordinador deportivo, ha visto cómo chavales de colegios de todos los rincones de la Isla lo consiguen.

Para eso hacen falta grandes dosis de paciencia y una pasión por este deporte que llega a ser muy contagiosa y que comparte con los monitores que lo acompañan en esta aventura. Profesionales titulados que saben bregar con la marea y con la oleada de niños que invaden La Cícer cada semana para dejarse llevar por la corriente.

El programa Generación Surfer que puso en marcha el Cabildo de Gran Canaria permitió a muchos colegios ofrecer a sus alumnos un primer contacto con el surf y el bodyboard. El principal objetivo era brindarles la oportunidad de experimentar las sensaciones que ofrece una tabla de surf. Todo bajo la atenta mirada de los monitores de la escuela, que les dan el empujón final para ponerse de pie y para que los primeros margullos se conviertan en una fiesta.

De esos primeros coqueteos surge muchas veces una sólida relación entre niño y ola que se perpetúa, igual que los ciclos de la marea. Por eso muchos centros educativos siguen apostando por esta actividad y Juan Padrón hace malabares con su lista de espera. Además, apuestan por esta actividad clubes como Jescagua, La Cornisa o el club Talpa. También el Ayuntamiento de Teror cuenta con un grupo de chavales que apuntan maneras. A todos los que pasan por aquí se les va quedando un rastro de salitre que les persigue incluso después de la ducha.