Un dolor agudo en el pecho. La cruenta resaca del derbi del 28-S no tiene fecha de caducidad. Y van trece años mordiendo el polvo -desde diciembre de 2001 no se conquista el fortín blanquiazul-. "Era nuestra oportunidad; pero la maldición sigue su curso", confiesa Armando Perdomo, número de abonado de la UD 5.369, en el viaje de vuelta a la Isla. En un Binter silencioso, repasa las acciones del encuentro. Abatido, cuestiona la garra de su equipo. "Faltaron más vitaminas; Suso parecía Cristiano".

El latifundio del Teide se resiste a las garras de la bestia amarilla. La película de una estocada en el corazón. Fotograma a fotograma se proyecta la película más triste. La legión de los fieles amarillos, unos 2.000, regresó ayer de vacío de Santa Cruz de Tenerife. Es el primer bofetón del curso y el más doloroso. Pero esta Segunda es una maratón. Y solo van seis kilómetros.

Fiesta en el Heliodoro, decepción y resignación en la parroquia del ´pío pío´. El cuadro grancanario sigue líder, tras el empate entre Sporting y Valladolid. Un consuelo mayúsculo ante el desencanto. La mejor medicina para este costipado. Por tierra, mar y aire, la UD estuvo arropada por su guardia pretoriana. Pero el autogol de Araujo fue una bomba de relojería. El Ferrari de Herrera saltó por los aires y perdió sus señas de identidad.

El bautizado derbi de la locura, que provocó colas en las taquillas del Estadio de Gran Canaria hace una semana, para adquirir una localidad para el clásico canario, acabó en fiasco. "Solo puedo decir cosas positivas; es una afición grande. Desde el primer día que llegué siempre me lo han demostrado", concretó Paco Herrera, tras el varapalo ante el conjunto tinerfeño. Y no fue para menos. El aliento de los seguidores de la UD fue incombustible. Desde primera hora de la mañana de ayer, con la llegada del ferry de Fred Olsen (9.15 horas), la capital tinerfeña fue amarilla. El equipo dejaba el hotel NH Tenerife y los fieles lucían sus bufandas. Unos 40 seguidores hacían un pasillo hacia la guagua. Todo presagiaba que llegaría un recital. Un baño de magia y glamour. Pero la casta de los de Cervera arruinaron el pronóstico de la marea amarilla.

Encabezados por el grupo Ultra Naciente -con unos 200 seguidores-, la marcha de los aficionados desde el muelle hacia el estadio se completó sin incidentes. Unos 500 amarillos conformaban la manifestación del corazón. Arengas a Araujo y al presidente Miguel Ángel Ramírez. Cantos para Valerón, avanza el dragón amarillo. Tímidos pitos de un grupo de seguidores del Tenerife. Cae una botella de plástico, suena la voz fuerte y firme de la grada del Gran Canaria. ´¡Tenerife es de Segunda B¡´... Del muelle al Heliodoro. En unos 30 minutos, los 500 seguidores transitan hasta el templo blanquiazul. Algunos levitan como Juan Márquez, que se ha preparado a conciencia. "Esta caminata es un motivo de orgullo, es la máxima manifestación del poder de nuestra afición. Y se lo decimos ´clarito´ porque este equipo lo llevamos en el corazón. Un derbi es lo máximo y llegar a pie con los seguidores un sueño", determina el abonado de Tribuna.

El Heliodoro respira imponente y la afición del Tenerife responde evocando la trágica fecha del 22-J. Son las 10.00 horas y arde la capital tinerfeña. Arengas para el Córdoba y pétalos para Uli Dávila, el ejecutor de la UD con el conjunto de las mezquitas en la fatídica final del playoff de ascenso. ´¡Saltarines, adiós a Primera¡´, vociferan unos treinta miembros del Frente Blanquiazul. Bengalas y ruido, mucho ruido. El derbi en estado puro.

Reyes de grada

Las fuerzas policiales, con un despliegue sin fisuras, atan todos los cabos y finaliza el viaje sin incidentes. Los dos mil amarillos ya están en las gradas. Acordonados por la policía, brindan la primera ovación a Raúl Lizoain, que completa ejercicios de calentamiento.

No hay color. En la previa, antes del pitido inicial, la afición de la UD gana por goleada. Y llega el tanto de Momo, el termómetro del clásico canario se dispara. Éxtasis amarillo. Bajo la mancha amarilla de la grada de Herradura del Heliodoro, hay cientos de historias de amor a un escudo. Como Kevin Trujillo, admirador del ex de la UD Jonathan Viera (ahora en el Standard de Lieja) y que afrontaba su tercer derbi en las gradas del Heliodoro. "El espectáculo estuvo más allá del césped. Llegar caminando al estadio es una experiencia única; el mejor guión para hacer una película de Hollywood", realza.

Cuenta atrás para la venganza

Carreras, adrenalina y una tonelada de ´pío pío´. Los fieles de la UD sudaron la camiseta y obtuvieron la respuesta cruenta del destino. El zarpazo de Cristo resultó fatal y estalló el Teide: 2-1. Comenzó la fiesta funesta y la vinculación con el 22-J. El denominador común más macabro. Todo giraba en torno a un episodio traumático. Camisetas y bufandas del Córdoba bailaban al viento en el Heliodoro. La salida de Dávila, que firmó el tanto del cuadro andaluz en aquella eliminatoria, y ahora milita en el conjunto tinerfeño, fue la gota que colmó el vaso. Un final muy cruel. El Ferrari de Herrera se salió de la curva y la legión amarilla tuvo que mascar en silencio la desgracia y mirar al cielo. "En Siete Palmas será otra cosa; habrá venganza en la segunda vuelta. El Teide será nuestro", finaliza Juan Márquez.

Vídeo: Las mejores jugadas del derbi