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Baloncesto Liga Endesa

La sangría del perímetro

El Barça hiere de gravedad al Granca con los triples de los aleros Álex Abrines y Brad Oleson - El bloque claretiano sólo logra un 18% de efectividad en la primera mitad

Sasu Salin, vigilado por Lawal (i.) y Vezenkov (d.), ayer en el Gran Canaria Arena. ANDRÉS CRUZ

Cara a cara con la mejor defensa del campeonato liguero. La escuadra claretiana no se achicó ante el rocoso FC Barcelona Lassa en los primeros compases del duelo, pero sí cuando vio que la muñeca de los artilleros culés funcionaba desde el perímetro y la suya no atinaba. La exhibición exterior de los hombres de Xavi Pascual se tradujo en números ya desde la primera mitad: 18% de efectividad del cuadro isleño frente a un contundente 67% del conjunto blaugrana. Una auténtica sangría de Álex Abrines y de Brad Oleson.

Ni la banda de música Guayedra logró desconcentrar al alero mallorquín y al de Alaska, que acuchillaron al Granca desde la línea de 6,75 metros. Entre ambos lograron siete de ocho triples. Rozaron la perfección (80% y 100%, respectivamente). Si bien el pasado curso el combinado claretiano firmó un brillante encuentro frente al coco culé (76-70) desde el perímetro, gracias a Oliver y a Bellas -ahora en las filas del CAI-, este año ocurrió todo lo contrario.

El base catalán del Granca erró cuatro de cuatro lanzamientos de tres y no encontró la manera para proteger al equipo de los puñales de Abrines. Oliver intentó repartir juego, pero se encontró con una muralla defensiva. Las capturas de rebotes también provocaron graves heridas en el conjunto amarillo. Un total de 19 azulgrana (17 de ellos defensivos) frente a 11 isleños (ocho defensivos).

El público del fortín del Granca, hasta ayer inexpugnable, vio como el Herbalife se desangró poco a poco en el primer y segundo cuarto. Abrines seguía enrachado y le cogió el gusto a eso de tirar desde fuera. No importaba que Newley le devolviera el pinchazo con una jugada de 2+1. El alero mallorquín probó suerte en el interior y se metió hasta la cocina para poner 10 puntos de distancia.

Por su parte, Oleson se contagió desde el perímetro y el pívot jamaicano del Barça Samardo Samuels empezó a poner en aprietos a la torre eslovena de Omic. En el segundo periodo la fortuna les siguió sonriendo y también su talento afloró. Mientras, el plantel amarillo se ahogaba en su propia sangre. Ni Oliver, Aguilar, DJ Seeley, ni Salin rindieron desde la lejana línea.

Ni siquiera los hombres de Aíto se encontraron cómodos libres de marca desde esa distancia. Era como un efecto viral que se extendió a todo el plantel. El ala-pívot granadino erró sus dos triples y el escolta finés sólo convirtió uno de siete lanzamientos de tres puntos.

Tampoco Paulí encontró la inspiración ante su exequipo. Se mostró muy dubitativo desde la línea de 6,75 metros y eso le hizo fracasar en sus dos intentos. El Granca, malherido, aumentó la presión defensiva al borde de descanso, lo que provocó la precipitación de los pupilos de Xavi Pascual en momentos puntuales.

Pero otra vez el perímetro fue determinante para agravar los cortes. Abrines, el terror del equipo claretiano, reapareció para silenciar el Gran Canaria Arena con otro navajazo al borde la bocina. Esta vez, mucho más alejado de lo habitual. Sin duda, una de las estampas de la 16ª jornada de la Liga Endesa.

Ya en el tercer periodo el Granca echó la última gota de sangre. El Barça acuchilló en un abrir y cerrar de ojos con 70 puntos. Doelmann salió de su zona de confort y su triple contribuyó a ello, sin que la oposición de Newley sirviera de mucho.

El perímetro isleño seguía tupido y Salin se empeñaba en desatascarlo sin éxito. Con una bolsa de 30 puntos culés a falta de algo más de tres minutos para el final del tercer cuarto acabó por asfixiar al combinado claretiano (46-78).

Newley, Báez y Omic pusieron una tirita para maquillar la herida mortal, con sus certeras acciones ofensivas en el tramo final de la agonía. Aún así, la marea local no dejaba de alentar al conjunto grancanario con su clásico cántico Alé- amarillo-alé-alé. Pero Satoransky cortaba esa utopía, como no iba a ser de otra manera, con un triple.

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