El Real Madrid y Sergio Llull hacen de la Copa del Rey una tradición. Si hace tres años en Málaga el base balear anotó el triple de la victoria contra el FC Barcelona, ayer apareció en los tres minutos finales (con 10 puntos) para hacer que el Valencia Basket doblara por fin la rodilla tras un esfuerzo titánico por mantener vivas sus opciones de acabar con la hegemonía del conjunto blanco. Los de Pedro Martínez se recuperaron de cada estirón de su adversario y afrontaron la recta final del choque solo dos abajo (87-85), pero ya no pudieron con el huracán Llull, que catapultó a los suyos hacia su cuarto título consecutivo, pese a que los taronja dispusieron incluso de una última bola para cambiar el signo de la final.

El inicio de partido fue frenético, con ambos equipos tirando de sus líderes naturales en esta Copa, Llull en los blancos y Dubljevic en el cuadro taronja (6-6). El elemento diferenciador lo puso en un primer momento Randolph con dos triples casi consecutivos (12-9) y aunque el Valencia tiró de oficio para mantener la igualdad (12-13), el conjunto de Pablo Laso apretó el acelerador con la entrada en escena de las rotaciones, algo que pusieron de manifiesto tanto Taylor como Doncic con sendos mates para un 20-13 (9') que quedó en un 22-16 al término del primer cuarto.

Con Randolph en plan estelar (19 de valoración en apenas 11 minutos) Sastre pareció salir al rescate del Valencia y logró al menos que el partido se metiera en un intercambio de canastas que derivó en un 24-21. Pero ahí al Valencia no le funcionó su zona 2-3 y sus desajustes los aprovechó el Madrid para sacar lustre a su muñeca desde el perímetro (32-24) y obligar a Pedro Martínez a solicitar tiempo muerto sin haber llegado a los tres minutos del segundo acto.

Tal y como sucediera en el primer periodo, el Valencia puso el gancho para que el partido no se rompiera demasiado pronto (34-30 tras triple de Sato), pero el Madrid volvió a dar otro arreón que lo situó con una renta de 10 puntos (40-30). Momento delicado para el cuadro taronja que a base de paciencia supo contener el empuje de su rival y volverse a meter poco a poco en el encuentro. Calma, pero también producción desde el tiro libre (5/7 en este cuarto) y, sobre todo, presencia en el rebote ofensivo, con seis rechaces en el segundo periodo (ocho en total al descanso), el último de ellos de San Emeterio para el 47-45 con el que se llegaba al intermedio y que dejaba todo por resolver de cara a la segunda mitad.

Algo alejado de su hábitat natural (un partido a no muchos puntos), el Valencia aguantó el envite del Real Madrid también en el arranque del tercer cuarto, pese a que alguna mala decisión en ataque permitió al conjunto blanco correr y amagar por enésima vez con romper la contienda (61-54). Sin embargo, y como en las ocasiones anteriores, el cuadro taronja no se vino abajo y con un oficio encomiable supo arañar punto a punto la renta de los de Pablo Laso hasta equilibrar por completo el marcador (68-68). Vivían los blancos de la aportación interior de Ayón, pero a la vez sufrían con el rebote ofensivo de su rival (otros cinco en este acto). Solo un triple final de Llull permitió al equipo merengue encarar con ventaja los 10 últimos minutos de partido (74-71).

Sin saber dar con la tecla para que el Valencia dejara de hacerle daño debajo del aro a base de segundas opciones, el Madrid respondió desde el perímetro con Carroll y Doncic (82-76). Pero de nuevo al Valencia no le temblaron las piernas para aferrarse a la posibilidad de destronar al campeón. Lo hizo esta vez con un triple de Van Rossom tras robo (82-81) y luego con un mate de Sikma (87-85). Abonado al sufrimiento para remar contracorriente, a los de Pedro Martínez había que valorarles aún más no haber doblado la rodilla. Y aunque los taronja no cejaron en su empeño, muy poco pudieron hacer para contrarrestar la aparición estelar de Sergio Llull, al que parece sonarle el despertador en los últimos minutos de las finales de Copa.

El golpe final

Con menos de tres minutos por disputarse el base de Mahón apareció primero con un lanzamiento de tres sobre la posesión de 24, a continuación robó en línea de pase para finalizar en bandeja y por último anotó otro triple imposible para dejar el electrónico en 97-92 con poco más de un minuto por jugarse. Para el balear no existen las bolas calientes. Un golpe al mentón casi sin capacidad de respuesta y que hubiera tumbado a cualquiera, pero no al Valencia de la final de ayer, capaz de apurar al máximo sus opciones (pese a dos libres más de Llull para el 97-92) hasta el punto de colocarse con 97-95 tras triple de San Emeterio y dos segundos por jugarse. En el saque de fondo Randolph no estuvo atinado y aún el Valencia dispuso de un último tiro que no tocó ni aro. El Madrid vuelve a apuntarse un título que ya empieza a ser tradición.