- ¿Qué le diría un histórico sindicalista como usted a la clase trabajadora en esta etapa de recortes sociales y laborales que tanto costó conseguir?

- La situación es difícil no sólo por una crisis endosada, que nos han metido con mala idea, sino porque la izquierda política está desarbolada. Una andanada que nos manda el poder financiero tan descarada y desvergonzada después del desfalco que han hecho. Hacía mucho tiempo que no sucedía algo como lo que estamos viviendo. Parece como si ya nos hubieran derrotado y que enfrente tiene una ciudadanía vencida. Y como estamos viendo están dominando los estados y están vaciando la democracia.

- ¿Qué opinión tiene del movimiento 15-M?

- Es lo único que ha aparecido que da alguna esperanza. Empezando por los países árabes con unos regímenes distintos y, cuyo principal objetivo es la conquista de la democracia, se ha trasladado a los países europeos de tal manera que la juventud ha imitado ese movimiento y ha llenado las plazas de España, de Europa y ahora ha llegado a Nueva York. Este movimiento está zarandeando el sistema y las mentes.

- ¿Es suficiente la lucha de los indignados para evitar este ataque al Estado del Bienestar?

- Yo estoy esperanzado en ese movimiento. Pero creo que es insuficiente. Nos queda a los trabajadores zarandearnos por dentro, zarandear a los sindicatos, zarandear a la izquierda política de tal forma que empiecen a decir no a más recortes y no a más injusticias. Y sí a la autonomía política, sí al control financiero y sí a convertir en delito esas prácticas financieras. También hay que convertir en delito el incumplimiento de los programas electorales. No se puede aguantar que se presenten partidos de la izquierda y luego lo incumplan flagrantemente.

- ¿Lo dice por el PSOE?

- Si, exactamente por el Partido Socialista y el señor Zapatero. Si en un cuarto de hora se han puesto de acuerdo los dos grandes partidos para cambiar la Constitución para fijar un límite al déficit público; pues si es tan fácil vamos a cambiar el artículo 128, que habla de que la riqueza del país, sea cual sea su titularidad, está al servicio de la ciudadanía, para que se añada un apartado que castigue como delito la especulación financiera.

- Participa usted en el Club LA PROVINCIA en la presentación del libro 'La dictadura en la dictadura', una etapa que usted sufrió con años de cárcel y cuya experiencia resulta de especial significación en esta etapa actual.

- Viene muy bien porque vamos a hablar de una época muy dura por otras circunstancias ya que esto que estamos hablando no lo podíamos hacer. Pero aunque estuviera prohibido luchar, luchábamos; aunque estuviera prohibido ir a la huelga, ejercíamos ese derecho. ¿Qué consecuencias traía? Pues como les pasó a los canarios detenidos en Sardina del Norte, que los condenó un tribunal militar y los mandaron a cárceles a la Península y ni siquiera los dejaron juntos. Y allí nos conocimos. De esas ganas de cambiar las cosas, y aunque tardó un tiempo, las cambiamos. Desde esa moral, de los que estuvimos en esas cárceles y de los que hoy están aquí, que son las raíces de la democracia, vamos a dar un grito de no. Nos tienen que escuchar porque nos sentimos traicionados en el ideal y en la lucha que hemos hecho. No hay derecho a eso y además nos ha traicionado la izquierda. No, no y no.

- ¿Qué está en juego para los trabajadores y la ciudadanía?

- Hemos conseguido grandes cotas de bienestar. Ahora intentan arrancarnos esos logros en función de una efectividad económica que en la práctica puede traer mucha más pobreza y atrasos para los trabajadores. En definitiva, lo que se construyó ayer sigue siendo el cimiento de lo que hoy tenemos.